Grupo de Energía y Dinámica de Sistemas. Universidad de Valladolid
Socia de ATTAC Castilla y León.
La actitud que está tomando el gobierno del PP respecto a los
recortes da la impresión de ir más allá de una estrategia racional de
ahorro. Recuerda a los peores momentos de la tradición inquisidora y
parece guiada por la intención de destruir todo lo bueno que hay en la
sociedad española. Da la impresión de que nos están diciendo que la
sanidad pública, la educación, la atención a los dependientes, la
democracia y todo lo que están recortando son “placeres profanos” que
deben ser sacrificados en aras de la competitividad; igual que los
devotos cristianos de antaño debían mortificarse para que sus pecados
fueran perdonados.
¿Qué estamos haciendo?¿Qué nos están
haciendo?¿Tiene esto alguna lógica o simplemente responde a instintos
irracionales arraigados en nuestro inconsciente colectivo o incluso
nuestras tradiciones religiosas?
No puedo dejar pensar que nos estamos
comportando exactamente igual que los habitantes de la Isla de Pascua
cuando empezaron a colapsar. Probablemente, en Pascua, cuando las
lluvias empezaron a escasear y las cosechas a disminuir, los sacerdotes
dijeron al pueblo que habían sido vagos y no habían construido
suficientes estatuas para los dioses, que habían “vivido por encima de
sus posibilidades” y los dioses les castigaban negándoles las lluvias.
Por eso las mayores estatuas de piedra encontradas en la Isla fueron las
construidas poco antes del colapso y muchas de ellas quedaron
inacabadas.
Probablemente les dijeron que tenían que
trabajar más y comer menos, como nos dicen a nosotros, pero sin
olvidarse de pagar los tributos que mantienen a los sacerdotes, porque
“eso agrada a los dioses”; igual que nuestros gobernantes y banqueros no
cuestionan que ellos puedan bajar sus sueldos ni sus beneficios. Y
probablemente los pascuenses se esforzaron mucho y obraron de buena fe
para intentar detener el colapso; pero todos sus sacrificios fueron en
vano, porque estaban adorando a dioses falsos, que ni eran capaces de
darles las lluvias, ni de devolver la fertilidad a la tierra. Más bien
todo lo contrario. Sus dioses les llevaban a destruir, a base de
construir grandes estatuas de piedra, aquello que realmente les daba de
comer: los bosques de palmas que atraían la lluvia y protegían los
suelos.
A ver si podemos nosotros pararnos a
pensar un poco antes de seguir ofreciendo sacrificios humanos sin ton ni
son en esta orgia de locura colectiva. Tenemos que salir de la crisis y
es verdad que no podemos hacerlo sin asumir que tenemos en gran medida
la culpa de ella. Debemos ser responsables, hacer examen de conciencia
entre todos, buscar en qué nos hemos equivocado y encontrar la solución
cambiando nuestro comportamiento. Pero no debemos hacerlo dejándonos
guiar por supersticiones, creencias en falsos mitos, o difusos
sentimientos de pecado y redención, sino usando la racionalidad y
percibiendo la realidad del siglo XXI.
No es difícil darse cuenta de que, en
gran medida, hemos convertido a esas cosas que llamamos
“competitividad”, “crecimiento” y “economía de mercado” en los mitos de
nuestro tiempo, pero ¿son realmente capaces de ayudarnos, o son tan
útiles para salir de esta crisis como lo eran los dioses de la Isla de
Pascual para convocar la lluvia?
¿Hay soluciones a la crisis?
Probablemente las hay, pero no las encontramos porque no se encuentran
donde las buscamos. Probablemente nuestra sociedad no es tan distinta de
la de Pascua y no es descabellado pensar que, hoy igual que antaño, la
crisis está causada por la escasez de recursos naturales. A nadie se le
escapa que vivimos en un planeta muy poblado en el que todos queremos
aumentar nuestro consumo mientras los recursos están empezando a
escasear y encarecerse de forma muy alarmante. Si esto es cierto, y cada
vez hay más datos que nos muestran que lo es, intentar salir de la
crisis aumentando la “competitividad” o complaciendo a los “mercados”
son estrategias igual de efectivas que los sacrificios que se hacían a
los dioses de la Isla de Pascua.
Mucho antes de sacrificar lo más querido
a nuestros viejos mitos tenemos que preguntarnos si éstos realmente
sirven para algo o se han quedado completamente obsoletos. Si los
habitantes de Pascua hubieran sido capaces de ver la falsedad de sus
creencias ,remontar su crisis habría sido complicado y no exento de
penalidades, pero todo el potencial humano que gastaron en mantener sus
viejos dioses lo podían haber utilizado en hacer una transición efectiva
y no terminar colapsando.
¿Tenemos nosotros que sacrificar nuestra
sanidad, nuestra educación, nuestros derechos y nuestra democracia para
salir de la crisis? En absoluto. Si nos despojamos de todo aquello que
nos sobra en forma de derroche de recursos, desigualdad, privilegios,
ostentación y cultura del usar y tirar, podriamos conseguir un gran
caudal de energía colectiva y recursos para realizar la transición hacia
una civilización realmente viable. No es lo más fundamental, como la
educación o la sanidad, lo primero que tenemos que sacrificar en estos
momentos, lo primero que hay que sacrificar en tiempos de crisis son
nuestras viejas ideas y creencias equivocadas que no nos dejan
reaccionar ante una realidad completamente nueva.
Muy buen artículo y muy acertado planteamiento. A ese "¿Qué nos están haciendo?" yo agregaría: ¿qué nos estamos dejando hacer?
ResponderEliminarLa tradición -religiosa, de pensamiento y conducta- occidental, es básicamente judeocristiana y, como tal, totalmente imbuída por los conceptos de pecado, culpa, castigo o salvación. Tradición que tiene inclusive un "pecado original", una culpa con la que se nace y que requiere, por lo menos, ser simbólicamente "lavada": imposible concebir una creencia más recriminatoria y rígida. El inconsciente colectivo lleva milenios bombardeado por tales ideas.
Recuerdo haber leido en alguno de los artículos publicados en la web de AttacE, que precisamente a causa de la mayor rigidez de la fe protestante profesada en centroeuropa, la población alemana estaba aceptando con mayor naturalidad ese "sacrificio a los dioses del Mercado", entendido inconscientemente como una expiación. En la periferia GIPSI con influencia mediterránea, decía el artículo, aparece la rebeldía. Quizás. Pero no parece que sea una rebeldía que dé resultados. ¿Encontraremos una más adecuada, o llegaremos a ver el becerro de oro en el madrileño centro de Sol?