Un balance de la eurocrisis 2012.
Articulo publicado en SOMO Centre for Research of Multinational Corporation.Traducido para ATTAC España por Vicente Soria y Alberto Martínez.
2012 ha sido un año dramático para la UE. La crisis no
ha podido ser controlada. Igual que con la Hidra de la mitología griega, cada
vez que al monstruo le cortaban una cabeza, otra surgía inmediatamente en su
lugar. Tras Grecia, se hizo evidente que la crisis bancaria española es una
bomba de relojería, mientras que la economía italiana continúa estancada, igual
que las de Irlanda y Portugal, con sus severos programas de austeridad. Para
2013 se vislumbra una recesión generalizada.
Antes de la Cumbre del 13-14 de diciembre, emergieron
expectativas de que los parches para ir tirando podrían acabar al estarse
gestando una solución definitiva. Sin embargo, la discusión sobre el
ambiciosamente preparado anteproyecto y hoja de ruta para una
Genuina Unión Económica y Monetaria, se ha pospuesto hasta
el verano de 2013. Aparentemente, la UE no es Hércules. Parece que la compleja
gobernanza, la fragmentación por los intereses nacionales y la captura
corporativa hacen de esta mezcla única de estados-nación y elementos
supranacionales un ente estructuralmente incapaz de resolver la crisis.
Cuando la UE recibió el Premio Nobel de la Paz en
diciembre de 2012, había tres representantes subidos al podio de Oslo: el Sr.
Barroso por la Comisión, el Sr. Van Rompuy por el Consejo y el Sr. Shulz por el
Parlamento. Los tres habían negociado previamente todos los detalles: Barroso y
Van Rompuy se repartieron la lectura del discurso de aceptación a partes
iguales, mientras que a Schulz le pusieron la medalla alrededor del cuello pero
no le dejaron hablar. La ceremonia fue altamente simbólica: tres instituciones
celosas entre ellas, pintando la crisis de color rosa, argumentando sobre temas
marginales, pero manteniendo la jerarquía entre las dos primeras y un
parlamento silencioso.
La misma semana de diciembre, el servicio estadístico
de la UE había publicado los últimos datos sobre pobreza en la Unión Europea:
el 24,2% de ciudadanos ─119,6 millones de personas, equivalentes a un tercio de
la población total─ estaban en riesgo de pobreza o exclusión social en 2011,
mientras que en 2009 era el 23,5%. El 17% de los ciudadanos de la UE vive ya
bajo la línea de pobreza; en España el 22% y en Grecia el 21%. En cuanto al
desempleo, la tasa oficial subió del 10,4% en octubre de 2011 al 11,7% en el
mismo mes de 2012. En Grecia y España el desempleo juvenil ha alcanzado la
cifra del 49,3% y 48,9% respectivamente.
Las predicciones hablan de un empeoramiento de la
situación para 2013. Es simplemente un acto de fe el que, bajo estas
circunstancias, algunos representantes de la UE intenten hacer creer que lo
peor de la crisis ha pasado. Sin embargo, esta evolución no sorprende, ya que
el actual manejo de la crisis, centrado únicamente en la austeridad, está
contribuyendo a su profundización. Tal como se puede observar en los países más
afectados por la crisis (Grecia, Portugal e Irlanda), los ajustes estructurales
de la troika (Comisión UE, BCE y FMI), que incluyen recortes del gasto social,
rebajas de salarios y desmantelamiento de los servicios públicos, están
debilitando la demanda interna, por lo que el crecimiento económico no podrá surgir
de la trampa de la deuda.
Un programa de estimulo económico, como el prometido
por el presidente Hollande durante y tras su campaña electoral, continúa siendo
puramente retórico, ya que en la práctica no se ha hecho absolutamente nada.
Sin embargo, a pesar de su incapacidad para regular los mercados financieros,
de los cuales el euro y los gobiernos son rehenes, una de las pocas cosas que
la UE llevó adelante en 2012 fue el llamado Tratado de Estabilidad,
Coordinación y Gobernanza o Pacto Fiscal, por el cual la austeridad está
llamada a convertirse en el regla general, no solo en Grecia o Portugal, sino
en todas partes.
El Pacto Fiscal – austeridad para todos los estados miembros
La herramienta para la generalización de la austeridad
es el conocido Pacto Fiscal. Se trata
de un tratado multilateral al margen de la legislación de la UE, dado que Reino
Unido y la República Checa han rechazado adherirse. Su principal razón de ser
es establecer un tope máximo de deuda pública. Con este motivo, los difusores de
la doctrina neoliberal han popularizado el concepto de “regla de oro”. En el
discurso alemán, la expresión más formal, “freno a la deuda”, deja claro lo que
implica: los firmantes deben aceptar un programa automático de disciplina
fiscal en caso de que su deuda pública supere el 60% del PIB o la generación de
nueva deuda se incremente un 3% anual. Dicho de otro modo, un “abismo fiscal”
que puede llevar, en los países afectados, a discusiones acaloradas para
evitarlo, tal como sucede en EEUU.
A diferencia del Tratado de Maastricht, que ya había
contemplado los mismos límites que más tarde fueron incumplidos por Alemania y
Francia entre otros, ahora lo que conlleva el Pacto es un completo paquete de
ejecución forzosa de la medida:
- La regla ha de ser integrada en la Constitución del país firmante,
- Hay un ajuste automático basado en un procedimiento de supervisión por
parte de la Comisión (Semestre europeo),
- En caso de infracción, el Tribunal Europeo de Justicia puede optar por
sanciones pecuniarias.
- Solo los firmantes del acuerdo tienen acceso al Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE: un mecanismo de rescate que, al igual que el FMI, hace de prestamista de última instancia en caso de quiebra de un país.
El Pacto Fiscal ha tenido un amplio apoyo por parte de
las élites de la UE, incluyendo partidos socialdemócratas o ecologistas. Pero
fue también duramente criticado por economistas heterodoxos, sindicatos y
movimientos sociales. Sus principales argumentos son:
- Se restringe uno de los principales derechos de los parlamentos
nacionales: el de decidir sobre los presupuestos.
- La visión neoliberal de cómo las finanzas públicas deben organizarse
se consolida en un principio constitucional, que hace al Pacto Fiscal
irreversible aunque cambie la mayoría parlamentaria tras las elecciones.
- El enfoque neoliberal en lo que a recortes de gasto público se
refiere, supondrá un coste social para la clase trabajadora y grupos
desfavorecidos.
- Los efectos macroeconómicos frenaran el crecimiento económico, con lo
cual aumentará el desempleo y la pobreza,
- No hay ningún compromiso para reducir eficazmente la especulación
contra el euro en los mercados financieros, con bonos, seguros de impago,
titulización de deuda, etc.
El Pacto Fiscal está aún en proceso de ratificación,
pero lo más probable es que se implante en 2013.
El plazo previsto para la reforma bancaria incumplido y nuevas reformas estancadas
La razón por la cual muchos países tuvieron que
endeudarse por encima de lo autorizado en el Tratado de Maastricht, fue el rescate
de sus bancos con el dinero de los
contribuyentes. En realidad, antes de 2008, Irlanda (25% del PIB), y
España (36% del PIB) habían pedido prestado menos que Bélgica (85%), Francia
(65%), Alemania (65%) y Reino Unido (44%). Los portugueses se habían endeudado
al mismo nivel que los alemanes, y Grecia e Italia reconocieron tener una deuda
de más del 100% de su PIB. Ahora, la austeridad y los nuevos préstamos sirven
para pagar a los bancos y otros deudores por los bonos que han adquirido. Una
importante lección de la crisis es que la dependencia de las finanzas públicas
de los préstamos de los mercados financieros debe reducirse drásticamente. Las
reformas bancarias son un factor crucial para evitar los déficits.
Sin embargo, el proceso de las reformas bancarias en
la UE es muy lento. Ya era poco
ambicioso e ineficiente desde el principio, tal como muestra la actitud
de la nueva estructura supervisora, que no detectó ni la situación de los
bancos españoles ni el escándalo del LIBOR, y está debilitada por el lobby
financiero. Al final, las reformas progresan muy lentamente y llegan tarde. Un
reciente y típico ejemplo es el fracaso del Consejo de Ministros y el
Parlamento Europeo para llegar a un acuerdo el 17 de diciembre de 2012 sobre el
texto final de la directiva de requisitos de nuevo capital y regulación
bancaria. Se suponía que esta nueva gran reforma de la banca de la UE
comenzaría la implementación de las
normas internacionales de Basilea III el 1 de junio del 2013, tal y como se
acordó en el G20.
Las continuas desavenencias tienen que ver con
importantes cuestiones que hacen a los bancos menos vulnerables frente a las
crisis. Dichas cuestiones son, entre otras:
·
Qué cantidad disponible de capital y liquidez deberían
tener los bancos;
·
Qué cantidad se permite que se presten entre ellos
(apalancamiento);
·
Cuál es la calidad y resistencia a las crisis de los
colchones de capital con el fin de que puedan ser usados en tiempos difíciles;
·
Cuántos componentes fijos y variables debería incluir
la remuneración (salario, primas, etc.) en el sector de la banca; el Parlamento
Europeo exige límites definidos.
Además, hay una batalla en marcha -a pesar de las
propuestas de unión bancaria- acerca de qué poderes deben transferirse a la
Autoridad Bancaria Europea, ya que muchos supervisores nacionales quieren
mantener poder de supervisión.
Al mismo tiempo, las necesarias discusiones acerca de
reformas más profundas de los bancos y su supervisión (como por ejemplo la
unión bancaria), no dieron como resultado una legislación (o al menos un
borrador) para una sustancial reforma bancaria que tuviera en cuenta, por
ejemplo:
- Propuestas para evitar rescates bancarios, separando las funciones
bancarias básicas de las actividades especulativas, tal y como se hizo en
el Informe Liikanen.
- La preocupación por el enorme sector de la banca en la sombra.
- Un examen de la evaluación del riesgo y de las actividades del mercado
financiero por parte de los bancos, según lo discutido en el Comité de
Basilea para la Supervisión Bancaria.
La falta de reformas bancarias no sólo es un problema
para la ciudadanía de la UE, que sigue en riesgo de tener que rescatar
actividades bancarias peligrosas y bancos que se tornan cada vez más deudores,
como es el caso de España. También los países en desarrollo donde operan o se
expanden bancos europeos, pueden verse afectados en caso de problemas.
Reguladores frenéticos fallan en controlar los mercados financieros y restringir la especulación con los precios de los alimentos (MiFID-II/MiFIR).
2012 ha mostrado claramente cómo los gobiernos de la
eurozona has sido rehenes de los mercados financieros. Muchas de las medidas de
emergencia tomadas por las cumbres europeas y el BCE para manejar la crisis del
euro y de la deuda estaban dirigidas a calmar a los mercados y los
especuladores, y el BCE lo consiguió momentáneamente. Sin embargo, la UE
fracasó en la implementación de reformas rápidas y efectivas de los mercados
financieros o tuvo que esperar para hacerlo. Por ejemplo, la directiva regulatoria
de los fondos buitre y fondos de capital-riesgo no estará en vigor hasta julio
de 2013. Solamente la regulación parcial de los mercados de derivados al margen
de la bolsa (OTCs) se puso en funcionamiento en agosto de 2012.
Las principales reformas de los mercados de inversión
y derivados, conocidos como el casino financiero, también se pospusieron. A
pesar de 23 reuniones desde octubre de 2011, los expertos de los Ministerios de
Finanzas no fueron capaces de terminar las negociaciones del MiFID y MiFIR para
ser aprobados por “sus excelencias”. Las negociaciones del Consejo se
reanudarán a mediados de enero de 2013 sobre la base del informe de la
presidencia chipriota. Los ministros intentarán llegar a un acuerdo en su
reunión del 4 de marzo de 2013. Tras esto, habrá discusiones de pasillo para
llegar a un texto de compromiso final en el Consejo, el Parlamento Europeo y la
Comisión.
Con respecto a la limitación de operaciones con
derivados sobre mercancías, que deberían parar la especulación con los precios
de los alimentos, las negociaciones en curso no variaron mucho el borrador del
texto del Consejo sobre MiFID-II/MiFIR que se comentó en la última hoja
informativa. Por esta razón, existen bastantes diferencias entre la posición
del Parlamento Europeo y el Consejo, tales como:
- El PE quiere que se establezcan límites en las operaciones a escala
europea, en contraste con el Consejo que deja la decisión final a las
autoridades nacionales.
- Solo el borrador de texto del Consejo estipula límites a las operaciones
con derivados OTC (fundamentalmente especulativos).
- Hay discrepancias en la cantidad y los límites temporales de los
contratos de derivados sobre mercancías (materias primas y alimentos)
Además de estas diferencias que camuflan lagunas,
todavía hay vacíos legales que podrían debilitar las reglas, la implementación
y la información pública, tal como comentábamos en artículos anteriores.
Sin medidas contundentes para evitar que los mercados
financieros y los bancos dominen las economías y las políticas fiscales, y por
lo tanto la sociedad en su conjunto, la solución de la crisis será ilusoria.
Esperando a Godot
El carácter, la
profundidad y la amplitud de la crisis del euro requieren una solución
adecuada. Lo cual quiere decir reformas radicales de largo alcance más allá de
la unilateral y simple estrategia basada
en la austeridad. Sin embargo, esto será imposible mientras los líderes estén
atrapados en el marco neoliberal. Un instructivo ejemplo lo podemos encontrar
en la reciente Cumbre de diciembre de 2012.
Previamente a la reunión, se habían provocado
expectativas sobre la posibilidad de que se alcanzara una “gran solución”. La
Comisión había lanzado el anteproyecto para una Genuina Unión
Económica y Monetaria y, basado en esto, el presidente del Consejo, Van Rompuy,
había preparado una hoja de ruta sugiriendo que la puesta en funcionamiento de
tal unión debería comenzar en 2013. El paquete recomendaba un avance
cualitativo en la integración supranacional de la UE.
Sus
componentes eran:
- Una unión bancaria que significara la supervisión común de los grandes
bancos de la eurozona, asignada al BCE.
- Un mecanismo de recuperación y quiebra para lidiar con el problema de
los bancos en dificultades, que incluyera un fondo para insolvencias y un
esquema común de aseguramiento de depósitos.
- A medio plazo, una capacidad fiscal para la eurozona, lo que significa
un presupuesto especial capaz de absorber los shocks.
- El dinero de este presupuesto estaría destinado a reformas
estructurales de los países, es decir, transferencias supranacionales a
los países miembros bajo ciertas condiciones.
- A largo plazo, una autoridad fiscal supranacional; una suerte de
ministro de finanzas europeo.
Aunque el propósito cuadraba totalmente con el
espíritu del neoliberalismo y proponía incrementar la competitividad utilizando
el método del palo y la zanahoria para ajustes estructurales, otorgando al
Parlamento Europeo solo el derecho a opinar pero no el de decidir, fue el
subyacente salto hacia el gobierno económico supranacional lo que provocó el
rechazo de la propuesta por varios jefes de estado, en primer lugar y sobre
todo, por la Canciller Merkel.
La cumbre de diciembre decidió que Van Rompuy
presentara una nueva propuesta en junio de 2013, pero esta vez en cooperación
con los países miembros. A primera vista, parece que las elecciones alemanas,
convocadas para el otoño de 2013, van a paralizar cualquier decisión sustancial
durante este año. Sin embargo, aunque algo de verdad haya en esto, existen
otros factores importantes para el fracaso del anteproyecto y su hoja de ruta:
·
Primero: se demuestra una vez más que
el poder real en la UE reside en los gobiernos nacionales, particularmente en
los grandes. Las estructuras hegemónicas informales de la UE se vuelven cada vez más visibles, y
da la sensación de que la fortaleza relativa de la economía alemana va poco a
poco dominando el devenir de la eurozona.
·
Segundo: las tendencias centrífugas de la UE-27 se están reforzando. El hecho de
que el Pacto Fiscal y el Mecanismo Europeo de Estabilidad existan fuera de la
legislación de la UE, el uso de la cooperación reforzada para la aplicación del
impuesto sobre las transacciones financieras, el intento del Reino Unido de
repatriar algunos de los poderes transferidos a la UE, y las múltiples
diferencias en otras áreas de actuación, como por ejemplo la política exterior,
muestran la creciente brecha entre la eurozona y el resto de la UE. Pero
incluso dentro de la misma eurozona, la distancia entre la llamada periferia y
el centro está aumentando. Sin hablar ya de la distancia creciente entre Gran
Bretaña y el continente.
·
Tercero: la aceptación de la UE entre la ciudadanía está
más baja que nunca, según muestran las encuestas. Esta actitud crítica está
provocada por dos causas principales. Por un lado, las víctimas de la crisis y
la austeridad perciben que los valores europeos, en particular el estado de
bienestar, se están desmantelando. Mucha gente preferiría una moratoria en el
proceso de integración neoliberal que se está llevando a cabo, aunque no
necesariamente para volver al sistema de naciones del siglo XIX. Por otra
parte, los que todavía no están gravemente afectados por la crisis, como los
alemanes, holandeses, austríacos y finlandeses, tienen miedo de pagar por
otros. En general, los problemas estructurales no se están
exponiendo ni debatiendo.
·
Cuarto: la crisis ha puesto sobre el tapete la cuestión
de cuál debería ser el objetivo final del proceso de integración europea. La
tendencia apunta a una mayor cooperación económica y monetaria, pero excluyendo
tanto una unión de transferencias y solidaridad, como una unión política,
social y sostenible con perspectiva de largo plazo. No habrá unos Estados
Unidos de Europa en un futuro cercano.
Lo que se necesitaría en esta excepcional situación
histórica sería un debate abierto en todos los países miembros sobre la visión
final del futuro de la UE. Un debate sin la presión de la crisis, los mercados
financieros o la troika. Al final, cada país debería decidir en referéndum lo que
sus ciudadanos quieren. Porque la UE solo tiene futuro si es plenamente
democrática. Cualquier otro modelo fallará, y lo tendrá bien merecido.
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