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07/09/14 |
Karl
Marx fue el economista y científico social más importante e influyente
del siglo XIX. Eso es sobradamente sabido. Pero fue también un
formidable periodista de investigación y un soberbio analista de la
coyuntura política internacional de su tiempo. Este inédito que
reproducimos hoy –tan actual, por lo demás: ¡en tantas cosas estamos de
vuelta al XIX!— viene a ilustrar ese juicio de valor. SP.
En
su libro sobre el Congreso de Viena, el Abate de Pradt acusa con toda
justicia al “congreso bailarín”, como fue llamado por el Príncipe de
Ligne, de haber sentado las bases de la supremacía rusa en Europa y de
haberla sancionado. [1]
"Así", escribe, "sucedió
que la guerra europea de independencia contra Francia terminó con el
sometimiento de Europa a Rusia. De poco valió tanta fatiga para
semejante resultado". [2]
La
guerra contra Francia. Que era al mismo tiempo una guerra contra la
revolución, una guerra antijacobina, condujo naturalmente a una
transferencia de la influencia de Occidente a Oriente, de Francia a
Rusia. El Congreso de Viena fue el retoño natural de la guerra
antijacobina; el Tratado de Viena, el producto legítimo del Congreso de
Viena; y la supremacía de Rusia, el hijo natural del Tratado de Viena.
No es, pues, de recibo que el grueso de los escritores ingleses,
franceses y alemanes le echen toda la culpa a Prusia solo porque
Federico Guillermo III, cegado por su devoción al Emperador Alejandro,
diese órdenes categóricas a sus embajadores a fin de que tomasen el
partido de Rusia en todas las cuestiones importantes, frustrando así los
meditados planes del infame triunvirato –Castlereagh, Metternich y
Talleyrand— para erigir barreras territoriales seguras contra las
invasiones rusas [3] y, de esta guisa, protegerse de las desagradables
pero inevitables consecuencias del sistema que con tanto celo habían
impuesto al Continente. Ni siquiera a un cónclave tan poco escrupuloso
le estuvo consentida la falsificación de la lógica de los
acontecimientos.
Al
ser la preponderancia de Rusia en Europa inseparable del Tratado de
Viena, cualquier guerra contra esa potencia que no proclamase desde el
principio la abolición del Tratado no podía ser otra cosa que un puro
enredizo de imposturas, engaños y complicidades. Pero la actual guerra
se lleva a cabo con el objetivo, no de reemplazar, sino de consolidar el
Tratado de Viena al incluir a Turquía, de forma complementaria, en los
protocolos de 1815. Se espera con ello el amanecer del milenio
conservador, y que la suma del esfuerzo de los gobiernos pueda dirigirse
exclusivamente a la "tranquilización" del espíritu europeo. Como se
verá a partir de los notables pasajes que siguen –traducidos del
panfleto del mariscal prusiano Knesebeck "En relación con el equilibrio de Europa, escrito en las sesiones del Congreso de Viena" [4]—,
incluso en la época de celebración de aquel Congreso, los principales
actores eran plenamente conscientes de que el “sistema” traía
inexorablemente consigo tanto la preservación de Turquía como el reparto
de Polonia [5].
"¡Los
turcos en Europa! ¿Qué daño le han hecho los turcos? Son un pueblo
poderoso y honrado; Durante siglos a solas en paz, se puede confiar en
ellos si se les deja tranquilos ¿Alguna vez le han engañado? ¿Acaso no
son sinceros y francos en su política? Son valientes y guerreros, sin
duda. Pero, ¿no es ello conveniente y beneficioso por más de un motivo?
Son el mejor baluarte contra la invasión de la población asiática
excedente, y sólo porque tienen un pie en Europa resisten toda invasión.
Si fueran expulsados, serían ellos mismos los que invadirían. Basta
imaginarlos fuera de Europa.¿Qué pasaría? Rusia o Austria se harían con
la posesión de todos esos países, o se constituiría un Estado griego
independiente ¿Deseáis que Rusia sea aún más poderosa? ¿Para que por ese
flanco caiga también el coloso sobre vuestra cabezas? ¿Os parece poco
que haya avanzado en su paso desde el Volga hasta el Niemen, desde el
Niemen hasta el Vístula, y ahora probablemente llegue tan lejos como el
Warta? Y si tal no fuera el caso, ¿queréis acaso que el poder de Austria
se oriente en dirección a Asia, y que de esta manera sea débil o
indiferente a la hora de mantener su posición central frente a las
invasiones desde Occidente? Recuérdese la posición pasada de Juan
Sobieski, de Eugenio de Saboya y de Montecucculi. ¿C´mo pudo Francia
extender su dominio hacia Alemania, sino es porque el poder de Austria
estaba necesariamente ocupado de forma constante en resistir a las
invasiones de Asia? ¿Deseáis restaurar ese estado de cosas, y aun que se
agrave, acercándolo más a Asia?
“¡Habrá
que crear, así pues, un Estado griego’, o bizantino, ‘separado!”
¿Mejorará ello la situación de Europa? “En el estado de estupor en el
que esa gente" (los griegos) "se han hundido, ¿no tendría Europa, por el
contrario, que verse obligada continuamente a movilizarse en armas para
protegerse de los turcos que regresan? ¿No se convertiría Grecia
simplemente en una colonia de Rusia, como consecuencia de la influencia
que Rusia poseería sobre ese Estado a través de la religión, el comercio
y la deuda? Más vale dejar a los turcos donde están, y no despertar a
la inquieta potencia mientras reposa. ‘Pero’, exclama un filántropo
bienintencionado, 'allí se maltrata a la gente’. La parte más hermosa
del mundo, incluyendo las antiguas Atenas y Esparta, ¡están habitadas
por bárbaros! '
“Puede
que todo esto sea verdad, amigo mío: hay en la actualidad hombres, o
había hasta hace poco, a quienes se estrangula; pero en otras partes se
les fustiga, se les azota y se les vende. Antes de cambiar nada, piense
si puede mejorar usted mismo; si los bastonazos y baquetazos aplicados
con perfidia griega serían más fáciles de soportar que el cordón de seda
y el firmán de los turcos. Acabe primero con esas cosas, y con la trata
de esclavos en Europa, y consuélese de la falta de civilización del
turco; su incivilidad es una fuerza, su fe le da valor, y nosotros
precisamos de fuerza y ??de valor para poder contemplar tranquilamente
al moscovita imponiéndose hasta el Warta.”
“Por tanto, hay que preservar a los turcos, pero ¡hundir a los polacos como nación! Sí, no puede ser de otra manera.
"Lo
que tiene fuerzas para levantarse, perdura; lo que está enteramente
podrido, debe perecer Y así es. Que cualquiera se pregunte cuál sería el
resultado si se dejase ser independiente a la nación polaca en su
carácter natural. Embriaguez, gula, servilismo..., desprecio por todo lo
que es bueno y a todos los demás pueblos, burla desdeñosa de todo orden
y costumbre, la extravagancia, el libertinaje, la venalidad, la
artimaña, la traición, la inmoralidad del palacio a la granja; así está
el polaco en su elemento. Por eso canta sus canciones, toca el violín y
la guitarra, besa a su amante y bebe en su zapato, saca su espada,
acaricia el bigote, monta su caballo, marcha a la batalla con Dumouriez y
Bonaparte o cualquier otra persona en la tierra, se deleita en
abundante aguardiente y ponche, pelea con amigos y enemigos, maltrata a
su esposa y a su siervo, vende su propiedad, se va al extranjero,
perturba a la mitad del mundo, y jura por Kosciuszko y Poniatowski que
Polonia no perecerá, ¡tan seguro como que él es polaco!
"He aquí lo que apoya cuando dice que Polonia debe ser restaurada.
"¿Merece
tal nación existir? ¿Es un pueblo así capaz de una Constitución? Una
Constitución presupone una idea de orden, [...] porque no hace otra cosa
que regular, y otorga a cada miembro de la comunidad el lugar que le
corresponde, razón por la que determina los esstamentos de los que el
Estado se compone, y para cada rango, su lugar, estamento, orden,
derechos y deberes, así como el curso de la máquina del Estado y los
principales rasgos de su gobierno. ¿Qué? ¿Gobernar un pueblo donde no
hay orden? Un rey polaco (Stefan Batory) una vez exclamó: ‘Los polacos
no conocen de orden alguno; ni gobierno que respeten; ¡a una mera
casualidad debe la continuación de su existencia! '
"Y
así sigue siendo. Desorden, inmoralidad: es como los polacos están en
su elemento. No,.. que esas gentes sigan bajo el bastón. Así lo quiere
la Providencia. El Altísimo sabe lo que es provechoso para la
humanidad...
"Por la presente, por tanto, ¡no más polacos!"
La
actual guerra tiene, por tanto, el objetivo de hacer realidad la visión
del viejo mariscal Knesebeck: una guerra para extender y consolidar el
Tratado de Viena de 1815. Durante todo el período de la Restauración y
[luego, durante] la Monarquía de Julio [1830] Francia vivió en el
espejismo de que el “napoleonismo” significaba la abolición del Tratado
de Viena, que había colocado a Europa bajo la tutela oficial de Rusia, y
a Francia bajo la "surveillance publique” [supervisión
pública] de Europa. Ahora, el imitador de su tío, hechizado por la
ironía inexorable de su situación fatal, está demostrando al mundo que
“napoleonismo” es sinónimo de guerra, y no para emancipar a Francia del, sino para someter a Turquía al Tratado de Viena. Guerra en interés del Tratado de Viena y con el pretexto de poner a prueba ¡el poder de Rusia!
Esta es la auténtica "Idée Napoléonienne" [6]
según la interpretación del hombre resurrecto en París. Como los
ingleses son los aliados orgullosos del segundo Napoleón, se creen, por
supuesto, autorizados a lidiar con los dichos del viejo Napoleón de la
misma manera que hace su sobrino con sus ideas. No debemos asombrarnos,
por tanto, de leer recientemente en un autor inglés, (Dunlop), [7]
que Napoleón habría predicho que la próxima lucha con Rusia entrañaría
la gran disyuntiva del porvenir de Europa: "o constitucional o cosaca".
Antes de los días del Bajo Imperio, [8] lo conjeturable es que Napoleón hubiera dicho: "o republicana o cosaca”. [9] Sin embargo, el mundo vive y aprende.
(Y por no apreciar las glorias del Tratado de Viena y del "sistema" europeo construido sobre él, la Tribune es acusada de infidelidad ¡a la causa de los derechos humanos y de la libertad!.) [10]- Karl Marx, New York Daily Tribune, 10 de julio 1855
Notas de los editores:
[1] El Congreso de Viena
de los monarcas europeos y sus ministros (septiembre 1814-junio 1815)
puso fin a las guerras de la coalición europea contra la Francia
napoleónica. A el asistieron representantes de todos los Estados
europeos, excepto Turquía. El Congreso puso de manifiesto marcadas
diferencias entre los principales participantes: Rusia y Prusia, por una
parte, y Austria, Gran Bretaña y Francia, por la otra. Las prolongadas
negociaciones fueron acompañadas de interminables bailes, mascaradas y
eventos teatrales. Las decisiones del Congreso (que Marx llama en el
texto el Tratado de Viena, es decir, la suma total de los acuerdos
internacionales, incluyendo el Acta Final de 9 de junio de 1815)
ayudaron a reinstaurar varias dinastías reales derrocadas durante la
Revolución Francesa y las guerras napoleónicas, sellaron la desunión
política de Alemania e Italia, sancionaron la anexión de Bélgica por
Holanda y la partición de Polonia, y esbozaron medidas para combatir los
movimientos revolucionarios y de liberación nacional, preparando así el
terreno para la Santa Alianza, una unión contrarrevolucionaria de los
monarcas europeos.
[2] Dominique Dufour de Pradt, Du Congrès de Vienne, t. I, p. 262
[3]
Marx se refiere al tratado secreto de alianza contra Rusia y Prusia
firmado por Francia, Austria y Gran Bretaña en la capital austríaca el 3
de enero de 1815, durante el Congreso de Viena. Junto con el canciller
Metternich de Austria y el secretario de relaciones exteriores británico
Castlereagh, Talleyrand-Périgord, el representante francés en el
Congreso, jugó un papel destacado en la preparación del Tratado,
tratando de explotar las diferencias entre los miembros de la antigua
coalición anti-napoleónica. La formación de la alianza
anglo-austro-francesa obligó a Prusia a reducir sus pretensiones sobre
el Reino de Sajonia y en relación con los territorios polacos.
[4] K.F. Knesebeck, Denkschrift, betreffend morir Gleichgewichts-Lage Europa, Min Zusammentritte des Wiener Congresos Verfasst. Los fragmentos citados a continuación (con omisiones y adiciones explicativas) son de las pp. 11-14.
[5]
Los tratados firmados por Rusia, Prusia y Austria en Viena el 3 de mayo
de 1815 y el Acta Final del Congreso de Viena firmada el 9 de junio de
1815, sancionó la abolición del Ducado de Varsovia, creado por Napoleón
en 1807, y un nuevo reparto de las tierras polacas entre Austria, Prusia
y Rusia.
[6] Alusión al libro de Luis Bonaparte, Des idées napoléoniennes, publicado en París en 1839.
[7] Probable referencia al libro de A.G. Dunlop Cossack Rule, and Russian Influence in Europe, and over Germany.
[8]
Bajo Imperio (Bas Empire): nombre que se da en la literatura histórica
al Imperio Romano de Oriente (Bizancio); también se utiliza para
referirse a los estados en su fase de decadencia o desintegración. Aquí
es una alusión al Segundo Imperio en Francia.
[9]
Referencia a la declaración de Napoleón en Santa Elena de que Europa
estaba destinada a convertirse en "republicana o cosaca" (citado por E.
Las Cases en su Memorial de Sainte-Helene ..., t. 3, p. 111).
[10] El último párrafo de este artículo fue presumiblemente añadido por los editores del New York Daily Tribune.
Karl Marx
(1818-1883), militante del “ala socialista-comunista” del
republicanismo democrático revolucionario del siglo XIX. Filósofo,
jurista, historiador, economista y periodista, fue cofundador de la
Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). Coautor con Friedrich
Engels del panfleto político más leído de la historia, El manifiesto comunista, y autor, entre otros, del inconcluso tratado El Capital, critica de la economía política.
Traducción para www.sinpermiso.info: Gustavo Buster
sinpermiso electrónico
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