Johanna Jaufer
entrevistó para la cadena pública austriaca ORF al economista Yanis Varoufakis,
quien con toda probabilidad dirigirá las negociaciones del nuevo gobierno de la
izquierda radical griega Syriza con la Troika.
Lleva usted ahora tres
semanas como político profesional…
Dos semanas.
¿Se lo ha tenido usted que
pensar mucho? En su blog escribió también que la cosa le daba pánico.
Fue una decisión grave. Por lo pronto, porque yo entraba en política
para realizar una tarea que siempre pensé que había que llevar a cabo, y se me
ofrecía la oportunidad de poner manos a la obra. Tiene que ver con las
negociaciones entre Grecia y la Unión Europea, en caso de victoria de Syriza:
se trata de un proyecto y de una perspectiva extremadamente difíciles. Por otra
parte, yo soy un académico, soy un ciudadano, un ciudadano activo, de modo que
estoy habituado a un tipo de diálogo en el que de lo que se trata es de que yo
aprenda realmente de usted y usted de mí: tendremos desacuerdos, pero a través
de esos desacuerdos, se enriquecerán nuestros respectivos puntos de vista.
No se trata de que uno se
imponga al otro…
Exacto. Pero en la política es peor: cada parte trata de destruir a la
otra parte –ante el público—, y eso es algo que me resulta de todo punto ajeno,
algo para lo que de ninguna forma estoy dispuesto a servir.
¿Y qué pasa con su trabajo
en la universidad? ¿Lo deja en suspenso?
Sí, en efecto. He dejado la Universidad de Texas. Mantengo mi cátedra
en la Universidad de Atenas –sin paga—, y espero que no pase mucho tiempo antes
de regresar.
¿Estaría usted dispuesto a
permanecer en un gobierno por más tiempo?
No. No deseo hacer carrera política. Idealmente, lo que querría es que
otro lo hiciera, y que lo hiciera mejor que yo. Sólo que esta era una única
para hacer algo que no se habría podido hacer de otro modo. No soy un profeta,
de manera que no puedo decirle a usted dónde estaré yo en dos, tres, cinco o
diez años. Pero si lo que me pregunta ahora, lo óptimo para mí sería que
nuestro gobierno tuviera éxito en la renegociación de un acuerdo con Europa que
hiciera sostenible a Grecia, y que luego otras gentes, ya sabe… el poder debe
ser rotativo, nadie debería engolosinarse con él.
Algo que salido varias veces
en Alemania y en Austria es el asunto de las reparaciones, porque Alemania se
escaqueó de pagar reparaciones propiamente dichas luego de la II Guerra
Mundial. En su opinión, ¿por qué pasó eso? ¿Quizá porque alegaron que Alemania
se hallaba dividida, y esperaban a una reunificación? ¿O es más bien que los
norteamericanos alegaron que necesitaban una Alemania capaz de albergar sus
bases militares, lo que dejaba colgados a los reclamantes? ¿O fue una
combinación de ambas cosas?
Fue una combinación. En los 40, los Aliados habían decidido convertir
de nuevo a Alemania en un país campesino. Se propusieron desmantelar 700
plantas industriales, y fueron los norteamericanos quienes frenaron ese plan. De modo que, sí,
destruyeron 700, pero luego cambiaron de idea. Cambiaron por razones que tienen
que ver con el modo en que los EEUU estaban diseñando el capitalismo global:
necesitaban una moneda fuerte en Europa y una moneda fuerte en Asia (que
terminaron siendo el marco alemán y el yen japonés), y todo el proyecto de la
unión europea se construyó en torno a ese plan. A nosotros nos gusta pensar en
Europa que la Unión Europea fue nuestra propia creación. No lo fue. Fue un
diseño norteamericano que luego nosotros adoptamos y que, por supuesto, era
congruente con lo que deseábamos, con nuestras aspiraciones. Parte de ese
diseño entrañaba estimular la economía alemana, sacarla de la depresión,
sacarla del pozo en que se encontraba en los 40, y un componente importante de
cualquier intento de revitalizar una economía pasa por aliviar su deuda, por
una quita importante de deuda, por la condonación de deuda. Así, en 1953 se
organizó la Conferencia de la Deuda Londres, de la que resultó una salvaje quita
de la deuda alemana en perjuicio de muchas naciones, Grecia entre ellas. Pero
Grecia es un caso especial, porque Alemania había contraído con ella una deuda
que no tenía con ninguna otra nación: en 1943, la Kommandatur aquí, en Atenas, impuso al Banco de Grecia un acuerdo
por el cual este banco imprimiría un montón de dracmas –dracmas de guerra— y lo
suministraría a las autoridades alemanas para que éstas pudieran comprar
material, financiar sus esfuerzos de guerra y acumular bienes agrícolas para la
Wehrmacht, etc. Lo interesante es que
las autoridades alemanas firmaron un contrato: dejaron por escrito la suma del
dinero que tomaban a préstamo. Prometieron pagar intereses. Fue, así pues, un
préstamo formal. Los documentos existen todavía y se hallan en poder del Banco
(Central) de Grecia. Nada parecido ocurrió con ningún otro país. Así que esto
es como una deuda oficial, como en un bono, contraída con Grecia en tiempo de
guerra por el estado nazi alemán.
¿Podría usted poner cifras
precisas?
Cifras precisas. Ni que decir tiene, la dificultad está en traducir
esa moneda de guerra, que llegó muy pronto a ser absolutamente inflacionaria a
causa de la cantidad de dracmas impresas.
Las autoridades alemanas, al aceptar ese préstamo del Banco de Grecia y
hacer compras, devaluaron la moneda, lo que tuvo enormes costes sociales
secundarios en toda Grecia. Es muy difícil computar exactamente a cuánto se
traduce ese préstamo en términos actuales, cómo compone el interés, cómo
conviertes, como calculas el coste de la hiperinflación causada… Mi punto de
vista es que somos socios; deberíamos dejar de moralizar, deberíamos dejar de
apuntarnos mutuamente con el dedo. La teoría económica bíblica –“ojo por ojo,
diente por diente”— deja a todo el mundo ciego y desdentado. Deberíamos,
simplemente, sentarnos con el mismo espíritu con que los EEUU se sentaron en
1953, sin plantear cuestiones como: “¿merecen castigo los alemanes?”, “¿es culpa
o es pecado?”. Ya sé que en alemán los dos conceptos –“culpa” y “deuda”— se
expresan con la misma palabra (Schuld),
antónima de crédito. Deberíamos limitarnos a plantear esta simple cuestión:
¿cómo podemos volver a hacer sostenible la economía social griega de modo tal,
que se minimicen para el alemán medio, para el austriaco medio, para el europeo
medio los costes de la crisis griega.
¿Por qué mucha gente de la
Europa septentrional no se temió que los recortes de derechos laborales de los
90 podrían ser présago del mismo tipo de cosas que ahora están ocurriendo aquí
(en Grecia)?
Creo que todo es culpa de Esopo. Suya es la fábula de la hormiga y la
cigarra: la hormiga trabaja duro, no disfruta de la vida, guarda dinero (o
valor), mientras que la cigarra se limita a holgazanear al sol, a cantar y a no
hacer nada, y luego viene el invierno y pone a cada quien en su sitio. Es una
buena fábula: desgraciadamente, en Europa predomina la extrañísima idea de que
todas la cigarras viven en el Sur y todas las hormigas, en el Norte. Cuando, en
realidad, lo que tienes son hormigas y cigarras por doquiera. Lo que ocurrió
antes de la crisis –es mi revisión de la fábula de Esopo— es que las cigarras
del Norte y las cigarras del Sur, banqueros del Norte y banqueros del Sur,
pongamos por caso, se aliaron para crear una burbuja, una burbuja financiera
que los enriqueció enormemente, permitiéndoles cantar y holgazanear al sol,
mientras que las hormigas del Norte y del Sur trabajaban, en condiciones cada
vez más difíciles, incluso en los buenos tiempos: lograr que las cuentas
cuadraran en 2003, en 2004, no resultó nada fácil para las hormigas del Norte y
del Sur; y luego, cuando la burbuja que las cigarras del Norte y las cigarras
del Sur habían creado estalló, las cigarras del Norte y del Sur se pusieron de
acuerdo y decidieron que la culpa la tenían las hormigas del Norte y las
hormigas del Sur. La mejor forma de hacer eso era enfrentar a las hormigas del
Norte con las hormigas del Sur, contándoles que en el Sur sólo vivían cigarras.
Así, la Unión Europa comenzó a fragmentarse, y el alemán medio odia al griego
medio, el griego medio odia al alemán medio. No tardará el alemán medio en
odiar al alemán medio, y el griego medio en odiar al griego medio.
Eso ya ha empezado, ¿no?
Sí, ya se ve. Y es exactamente lo que ocurrió en los años 30, y Karl
Marx estaba completamente equivocado cuando dijo que la historia se repite como
farsa. Aquí la historia se repite, simplemente.
En lo tocante a la decisión
del Sr. Draghi de inundar el mercado con billones de euros, he visto que usted
ha dicho que eso es como servirse de una pistolita de agua en un incendio
forestal.
Yo creo que el Sr. Draghi tiene buenas intenciones. Quiere mantener
unida la Eurozona, y es muy competente. Hace lo que puede, dadas las
restricciones que tiene. No tengo la menor duda –aunque él jamás lo admitirá— de
que entiende cabalmente que lo que está haciendo es demasiado poco y demasiado
tarde: una pistolita de agua ante un gran incendio forestal. Pero él cree que
hasta una pistolita de agua es mejor que nada. Si se ha declarado un incendio,
él preferiría servirse de un cañón de agua, y habría preferido comenzar a
usarlo antes, pero no le estaba permitido porque en Europa tenemos una Carta
del BCE que lo ata de pies y manos y lo echa al cuadrilátero a luchar contra el
monstruo de la deflación, lo que es muy injusto para el BCE. Y así será
mientras Europa no comprenda lo que resulta imperiosamente necesario desde el
punto de vista económico para sostener una unión monetaria, mientras no termine
de entender por qué se dan toda esta fragmentación y la creciente renacionalización
de todo, incluida ahora la flexibilización cuantitativa del señor Draghi (el
80% de las compras de bonos las realizarán los Bancos Centrales nacionales,
como si éstos existieran separadamente del BCE). Porque esa fragmentación y esa
renacionalización es exactamente lo opuesto a lo que deberíamos estar haciendo,
que es ir de la mano, consolidar. ¿Cómo se formaron los EEUU? Pues porque cada
vez que tenían una crisis –la Guerra Civil, la Gran Depresión— avanzaban en su
unión. Nosotros decimos que estamos haciendo eso con las “uniones bancarias”,
con los “Mecanismos Europeos de Estabilización”, pero no es verdad. Creamos una
unión bancaria que no es una unión bancaria, es una desunión bancaria, y la
llamamos, al modo orwelliano, “unión bancaria”. Europa, así pues, no ha
aprendido las lecciones de la historia , y mientras no cambiemos de rumbo, es
harto improbable que consigamos mantener el conjunto de la unión.
A propósito de los planes de
SYRIZA para revitalizar la industria en Grecia, Theodoros Paraskevopoulos ha
dicho que se trata también de recuperar las dimensiones del sector farmacéutico
en Grecia, porque tiene una buena base. ¿Cómo es eso?
¡Yo que sé! Por alguna razón, tenemos buenas empresas farmacéuticas
que tiene sólidas exportaciones. Necesitamos ayudarlas y necesitamos crear
industrias así en otros sectores también.
¿Por ejemplo?
Yo creo que tenemos excelentes programadores informáticos e ingenieros
de software, así que deberíamos hacer algo parecido a lo que ha hecho Israel.
Crear una red de pequeñas empresas emergentes orientadas internacionalmente a
la exportación. Si algunas de ellas terminan compradas por Google, etc., no es
una mala cosa. Es el tipo de cosas que deberíamos ensayar y apoyar, si podemos.
Si lo ponemos en términos de
que atraer a Grecia a inversores extranjeros, ¿hay alguna idea parecida a
asociaciones público-privado, algo que en los países de la Europa septentrional
ha conocido muchos problemas en el pasado?
Yo no soy partidario de las empresas público-privadas. Allí donde se
han ensayado esas asociaciones, siempre han terminado por drenar recursos del
estado sin producir ningún valor añadido significativo. Normalmente, han sido
ejercicios de recorte de costes, y al final, sin el menor efecto de desarrollo.
A lo que yo creo que debemos tender es al desarrollo de activos públicos ya
existentes sin venderlos –ahora mismo estamos liquidando y malvendiendo
simplemente para recaudar ingresos—, de modo que el dinero del sector privado,
los fondos de inversiones, pueda venir y contribuir al desarrollo de un modo
mutuamente beneficioso. Es un tipo de emprendimiento público-privado, pero no
al estilo que se ensayó en Gran Bretaña y en otros sitios.
Volviendo a la discusión del
memorando: ¿entre qué factores cree usted que está atrapada la Sra. Merkel?
Yo creo que Alemania se halla dividida. Los intereses del la banca en
Francfort no son los mismos que los de la banca mediana, lo mismo que los
intereses de la pequeña y mediana empresa en la Alemania central no son los
mismos que los de la Siemens y la Volkswagen, etc. Es muy distinto tener tu
capacidad productiva exclusivamente localizada en Alemania, como las empresas
pequeñas y medianas, o estar embarcado en la globalización y tener fábricas en
China y en México. Y la Sra. Merkel es una política astuta que se percata –o
cree percatarse— de que no hay un consenso entre esos intereses encontrados
respecto de lo que hay que hacer con el euro, con nuestro Banco Central, con la
periferia, etc. La Sra. Merkel, simplemente, no moverá pieza hasta que haya un
consenso que le garantice la supervivencia política.
Pero ese consenso no es
posible.
Bueno, mire usted, por ejemplo, lo que pasó en 2012 con el anuncio
unilateral por parte del Sr. Draghi de las Operaciones Monetarias sobre Títulos
(OMT
announcement), o ayer mismo, con la Flexibilización
Cuantitativa. Verá que, cuando empiezan a oírse voces que dicen: “ojo,
muchachos, que la deflación nos está matando, hay que hacer algo”, entonces la
Sra. Merkel puede servirse de esas voces para decir: “apoyaré al Sr. Draghi,
hagáis lo que hagáis”. Así pues, no es un consenso-consenso, pero ella está
calibrando las movedizas placas tectónicas bajo sus pies. Y el modo en que lo
hace es muy astuto. Lo que yo la invitaría es a pensar en su legado más allá de
la mera supervivencia, y me gustaría que considerara la posibilidad de que en
10, 20, 100 años, Europa pudiera hablar no sólo de un plan Marshall que salvó a
Alemania, sino también de un plan Merkel que salvó al Euro.
Yanis Varoufakis
es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica
internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y
consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza.
Actualmente enseña en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su último libro, El Minotauro Global, para muchos
críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo
en las últimas 6 décadas, fue publicado en castellano por la editorial española
Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada. Una extensa y
profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.
Traducción para www.sinpermiso.info:
Estrella Mínima
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