Pablo Iglesias
SinPermiso/ Público, 16 de febrero de 2013
Decía Sieyès en sus escritos políticos sobre la Revolución, que los no propietarios no son más que una muchedumbre sin libertad ni moralidad. Con la única excepción de la Revolución haitiana, todas las tradiciones revolucionarias ilustradas sobre las que se construyeron los edificios constitucionales liberales y social-liberales, se asentaron sobre la propiedad privada como eje jurídico vertebrador de las relaciones entre economía y política. La democracia estadounidense de los padres fundadores se basaba, de hecho, en la protección de los intereses de los propietarios de tierras y de esclavos y es que, como escribió John Adams, desde el momento en el que se instala la idea de que la propiedad no es tan sagrada como las leyes de Dios, comienzan la anarquía y la tiranía. La Revolución francesa que en su digna etapa jacobina, proclamó la igualdad como principio unido a la libertad y la fraternidad, vio como el desarrollo de los acontecimientos terminó convirtiendo la igualdad en un derecho puramente formal, al tiempo que constitucionalizaba las relaciones materiales derivadas de la propiedad privada. Nuestros queridos ilustrados identificaron al hombre político con el hombre propietario y sólo así se explica la criminal exclusión de los revolucionarios haitianos, esos jacobinos negros que pusieron de rodillas a las potencias coloniales de la época, de la tradición “democrática” del pensamiento occidental.
En estos tiempos en los que los jóvenes de la izquierda española tratan de enfrentarse a la decrepitud política de sus jefes, hablando de proceso constituyente, pocos se han percatado de que el primer paso en esa dirección lo ha dado el movimiento contra los desahucios. Quienes critican la reivindicación de la dación en pago por “reformista”, quienes añoran un tiempo pasado que jamás conocieron de fuego, barricadas y banderas rojas, quienes en su arrogante miopía senil piensan que la correlación de fuerzas se mide por los resultados electorales, parecen no percatarse de que la PAH ha disparado con éxito al corazón del Capital, al hacer incuestionable entre los ciudadanos la idea de que el derecho a la vivienda debe estar por encima del derecho a la propiedad y la de que el crimen no deriva sólo de comportamientos individuales, sino también de las leyes que permiten la existencia de entidades financieras que se lucran a costa de la vida de la mayoría. Si a ello añadimos el hecho de que han incorporado a la lucha política a los sectores subalternos de la fuerza de trabajo colectiva más afectados por la crisis (trabajadores migrantes, parados y precarios) frente a los sindicatos tradicionales que siguen representando fundamentalmente a los sectores de la clase trabajadora en retirada (trabajadores industriales con convenios colectivos decentes, trabajadores públicos y clerks) podríamos afirmar que el partido de los comunistas del siglo XXI en España es sin duda la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.
Ahí está una de las claves de la posibilidad de apertura de un proceso constituyente; en el simple hecho de que el proyecto histórico de reforma social de la socialdemocracia que jamás puso en cuestión la propiedad privada como base constitucional de nuestros sistemas políticos, sencillamente se ha agotado. No tiene que ver sólo con el peso electoral que se tenga, sino con las transformaciones en las condiciones materiales de la estructura social que es lo que ha permitido que, en este país, los bancos, el máximo símbolo de la propiedad, puedan ser vistos como criminales. Así es como el miedo cambia de bando.
Pablo Iglesias es profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense (Madrid), dirige y presenta la tertulia política de la televisión La TuerKa.
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