Las izquierdas necesitan una política europea común! Llamamiento para el “Simposio Internacional Europa-SinPermiso”

 Antoni Domènech · Xosé Manuel Beiras · Ernest Urtasun · Gerardo Pisarello · Daniel Raventós ·             

Las próximas elecciones al Parlamento Europeo serán, por muchas razones, las más importantes de la historia de la UE.

La UE es el espacio económico políticamente integrado más grande del mundo. Representa menos del 8% de la población mundial, pero produce por un monto rayano en el 25% del producto total planetario. Y su imponente gasto social ronda todavía el 50% del gasto social que se realiza en todo el mundo. 

La retórica dominante con que se instituyó y ha venido “construyéndose” la UE:

ofrecía paz en un continente inveteradamente devastado por carnicerías bélicas intestinas;
brindaba también un mensaje de paz a los pueblos del mundo otrora sometidos al peor colonialismo genocida y ecocida de las grandes potencias capitalistas europeas;
hablaba de libertades públicas, prosperidad, bienestar y “ciudadanía social” para las poblaciones trabajadoras en un continente que no supo ahorrarse ninguna de las experiencias amargas del siglo XX;
prometía asegurar a escala europea los grandes logros del antifascismo europeo de posguerra;
en su mejor versión, aspiraba a extender a todo el continente algo parecido al programa básico del Consejo Nacional de la Resistencia antifascista francesa e instituir una gran unión política supranacional vertida en el molde republicano del Estado Democrático y Social de derecho;
y conforme a esa promesa, hacía votos por la homogeneización del desarrollo económico y el progreso social del continente

De esa retórica fundacional de sus elites rectoras no queda hoy, literalmente, nada:

¿quién puede hablar de paz en un continente rebosante de guerras y brotes bélicos intestinos, desde  la Yugoslavia de los 90 hasta la Ucrania de hoy?;
¿y qué decir ahora de los mensajes de paz a los pueblos del mundo, tras la estupefaciente recuperación de la peor retórica militarista y colonialista de las grandes y no tan grandes potencias nacionales europeas en Oriente Medio, en Libia, en Siria, en el Magreb, en el África subsahariana y aun en la propia Europa oriental, más y más convertida en triste escenario de un conflicto estratégico neo-Lebensraum?;
¿quién, sin sonrojarse, puede hablar hoy de garantías democráticas y libertades públicas en una UE que tolera sus ominosos retrocesos en Hungría, en Chequia, en Polonia, en Letonia o en la España de Gallardón y Fernández Díaz?;
¿quién que no se cubra antes el rostro con tres dedos de espeso maquillaje puede seguir hablando ahora de “prosperidad” y “bienestar” en una UE crecientemente devastada por el paro, el subempleo, la precarización del mundo del trabajo, la devaluación salarial, el dumping social, la espiral deflacionaria y la mercantilización privatizadora de los servicios públicos?;
¿quién se acuerda hoy, sin sentir vergüenza ajena, de las bobas y demagógicas promesas hechas, como quien dice ayer mismo, en el Tratado de Lisboa (2007) con aquel venturoso programa Europa 2020 que tenía que convertir a toda velocidad a la UE en la primera potencial mundial de una pomposa y hueramente llamada “economía del conocimiento”?;
¿y quién osará hablar de “ciudadanía social” en una UE que, lejos de encaminarse a instituir el armazón republicano de un Estado Democrático y Social de Derecho a escala continental, procede sin disimulo –a cuenta de la batería de contrarreformas dictadas por una autoritaria política fiscal común procíclica de austeridad y retracción del gasto público— a presionar a los distintos gobiernos de sus Estados miembros precisamente a favor de su desmantelación a escala nacional?;
¿o es que no asistimos ahora mismo en los Estados miembros al desencadenamiento, también como consecuencia indirecta de ese federalismo autoritario impuesto por la Troika, no sólo de un comprensible malestar social creciente en todos ellos, sino al surgimiento asimismo, en no pocos, de procesos y fuerzas centrífugas, a veces de inspiración inequívocamente democrática (como los movimientos independentistas escocés y catalán), pero otras veces –tal vez las más— de inspiración etnicista o protofascista (como en Flandes, en Padania y en tantos sitios de la Europa central y oriental)?
Lejos de llegar a constituirse la UE como un baluarte político del Estado Democrático y Social de Derecho inspirado en los grandes ideales republicanos ilustrados de la Libertad, la Igualdad      y la Fraternidad evocados en su maravilloso himno;
lejos de verse capaz de defender a las poblaciones europeas del catastrófico capitalismo contrarreformado y remundializado, eufemísticamente conocido como  “globalización”:
¿no va camino de convertirse ella misma en un ejemplo sin par de la amarga verdad, según la cual la otra cara de la “globalización” es la “balcanización” del orden internacional, es decir, la substitución –irresponsablemente aplaudida por “globalizadores” de toda laya— del insuficiente cuius regio eius religio postwestfaliano por un cuius religio eius regio de pésimo augurio?
Y muy lejos, en fin, de haber sido honrada la promesa de homogeneización del desarrollo económico y del progreso social del continente, lo cierto es que la UE se ha fragmentado en un “Centro” y una “Periferia”.

Continua en sinpermiso

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