Entrevista
Teresa Forcades y Esther Vivas, coautoras de ‘Sin miedo‘
Brais Benítez – LaMarea.com
Brais Benítez – LaMarea.com
Teresa Forcades, monja benedictina de Montserrat y doctora en salud pública y teología, y Esther Vivas, periodista y activista social, hace meses que recorren Cataluña con el objetivo de sumar voluntades para impulsar un proceso constituyente que fuerce un cambio de sistema económico, político y social. Durante los encuentros del proceso constituyente, plantean la necesidad de tomar conciencia de la violencia del sistema, y de la pérdida de derechos y libertades que se está produciendo en el marco de la crisis.
La
editorial Icaria acaba de publicar en castellano la obra Sin miedo, un
diálogo entre Forcades y Vivas en el que reflexionan sobre las causas de
la actual situación de crisis, quién sale ganando y quién está
perdiendo, y a la vez plantean alternativas, animan a la acción, a
movilizarse y a desobedecer para cambiar unas políticas injustas. La
sociedad poco a poco comienza a perder el miedo, aseguran, y esta debe
ser la clave para que la salida de la crisis responda a las necesidades
de la mayoría y no, como quieren los responsables de las políticas
actuales, para reforzar los privilegios de unos pocos.
¿Cómo se puede perder el miedo cuando uno se encuentra en una situación cada vez más precaria?
T.F.:
De miedos hay de muchos tipos y por muchos motivos. El título del libro
hace referencia a un miedo muy concreto: el miedo político, el miedo a
sublevarse, a defender las libertades y la dignidad. Este se pierde
abriendo los ojos y yendo al fondo: ¿Qué es lo que quiero? ¿Cómo quiero
vivir y por qué? Esta toma de conciencia comienza para cada uno de una
forma distinta, pero sólo se profundiza tomando parte, junto con otras
personas, en las luchas concretas. Perder el miedo no equivale a perder
la modestia o la humildad, no equivale a creerse en posesión de la
verdad absoluta.
E.V.: En los últimos tiempos hemos visto que la
gente sale a la calle, desobedece leyes y políticas injustas, y que
estas acciones cuentan con el apoyo de amplios sectores de la sociedad.
Por eso decimos que el miedo comienza a cambiar de bando, porque, al
mismo tiempo, desde las instancias gubernamentales se estigmatiza a los
que luchan, se los reprime, como hemos visto recientemente con la nueva
Ley de Seguridad Ciudadana y la reforma del Código Penal. Es una muestra
de que los que mandan tienen miedo de aquellos que desobedecen, y como
no pueden aplicar sus políticas de recortes por las buenas, las aplican
por las malas.
El libro comienza apuntando que nos encontramos en una encrucijada. ¿Qué tenemos detrás y que puede venir en adelante?
T.F.:
Detrás tenemos al capitalismo con rostro humano: siempre ha sido una
falacia y ahora ya no es creíble. Que diga que siempre ha sido una
falacia no quiere decir que los derechos que teníamos en los años 80 no
fueran reales; quiere decir que los disfrutábamos porque en el tercer
mundo había dictaduras o guerras. Lo que es una falacia es afirmar que
el capitalismo puede favorecer a una mayoría, siempre ha favorecido sólo
a unos pocos.
Lo que puede venir delante depende del papel que
juguemos: si restamos pasivas, lo que vendrá es más de lo que ya
tenemos, acumulación de bienes y privilegios para unos cuantos y
sufrimiento, destrucción y muerte para la mayoría.
E.V.:
Debemos tener muy claro que no saldremos de esta crisis como hemos
entrado. La crisis se utiliza como una oportunidad por parte de las
élites económicas, que cuentan con el apoyo de la mayor parte de la
clase política del país, para recortarnos derechos sociales, derechos
laborales, derechos democráticos, para comerse este gran pastel que son
los servicios públicos… Si salimos de la crisis como quieren aquellos
que están aplicando las actuales políticas, saldremos con muchos menos
derechos.
T.F.: Si nos organizamos y provocamos una ruptura, lo
que puede venir por delante no será seguro ningún paraíso, pero puede
ser un sistema bastante razonable, capaz de repartir riqueza y de
asegurar que todo el mundo tenga los mínimos para vivir con dignidad. No
puede ser que 1.000 millones de personas pasen hambre en un mundo de
7.000 millones de habitantes que produce alimentos para 11.000 millones.
¿Cómo se impulsa el cambio?
T.F.:
Primero, hablando claro: no puede ser un cambio reformista, debe ser un
cambio de ruptura. No puede ser una nueva versión del capitalismo, debe
ser un modelo anticapitalista. Con este horizonte claro, necesitamos
unirnos y organizarnos políticamente para una candidatura unitaria de
ruptura que proponga la formulación de un nuevo marco constitucional.
Las reacciones, si el movimiento crece, no se harán esperar, y cuando
lleguen debemos estar listos para hacerle frente.
E.V.: Hay un
discurso hegemónico que nos quiere hacer creer que somos culpables de
esta situación, que somos cómplices. Por eso nos dicen que hemos vivido
por encima de nuestras posibilidades, porque si pensamos que esto de la
crisis es responsabilidad aceptaremos las consecuencias, que son los
recortes. Es importante abrir los ojos a esta realidad, tomar
conciencia, para que la salida de la crisis esté en nuestras manos y
responda a nuestras necesidades como personas y no a los intereses de
unos pocos.
¿La sociedad está preparada para un proceso revolucionario de este tipo?
T.
F.: Está preparada para que la idea se vaya extendiendo. El proceso
revolucionario no es lineal, puede haber saltos inesperados, es más bien
como un magma hirviendo por debajo, que de repente puede hacer
erupción. Cuanto más organizadas nos encuentre la erupción, mejor la
sabremos aprovechar. Por ejemplo, la huelga indefinida de los maestros
de las Baleares fue una sorpresa y podría haber sido el catalizador de
una reacción en cadena.
E.V.: Cuando desde el proceso
constituyente planteamos que es necesario sumar a un amplio abanico de
personas, organizaciones, movimientos, etc. y planteamos que hay que
cambiar las reglas del juego a favor de la mayoría, lo decimos porque
hoy este proceso constituyente se está haciendo a la inversa: se está
llevando a cabo un proceso de recortes y pérdida de derechos como nunca
nos hubiéramos imaginado. Y por lo tanto podemos estar preparados o no
para esta situación, pero no nos queda más remedio que enfrentarnos a
ella.
¿Cómo debería ser la nueva política?
E.V.: Con
una práctica política completamente antagónica a la dominante y la
actual, que tenga su centro de gravedad en la calle. Desde mi punto de
vista, las cosas solo se pueden cambiar desde la lucha, la movilización y
la desobediencia en la calle. Si esto no existe, no hay cambio posible.
Desde las instituciones, por sí solas, no se puede cambiar
absolutamente nada. La historia nos lo ha demostrado claramente, cuando
organizaciones llamadas de izquierdas han llegado al gobierno, hemos
visto como se han visto arrastradas hacia las políticas de derechas.
T.F:
Para garantizar las libertades individuales para todos de forma
efectiva, el ordenamiento político debe tener por objetivo evitar la
acumulación y el abuso de poder. Debe potenciar y diversificar la
participación popular. No se trata sólo de institucionalizar de forma
efectiva el control popular de los cargos electos y de su toma de
decisiones, sino de potenciar la participación popular al máximo.
E.V.:
Lo que es fundamental es que solo con la movilización social no es
suficiente, hacen falta nuevos instrumentos estrechamente vinculados a
estas luchas para acabar con el monopolio de aquellos que siempre han
ejercido la política en las instituciones. Lo que hoy es urgente es
convertir esta mayoría social que sufre la crisis en mayoría política.
Si comenzase a crecer el empleo y la presión sobre los ciudadanos disminuyese, ¿no conllevaría una menor movilización?
T.F.:
Es importante señalar que la crisis no termina. Es endémica en el
capitalismo. Puede que a algunas personas les afecte menos, y puede ser
que estas personas se desmovilicen. La motivación y el contenido de la
revolución no puede ser el beneficio individual, pero cada uno hace
camino en esta toma de conciencia a su ritmo.
E.V.: Hace unos
años, ser mileurista era ser un precario, hoy es ser un afortunado.
Quieren normalizar la pobreza, la precariedad, y por eso es tan
importante aprovechar el momento actual, de emergencia de la
indignación, en el cual la gente no se conforma, se rebela, amplios
sectores de la sociedad que quizás no se movilizan conectan con el
sentir de estas protestas sociales. Creo que hoy hay una oportunidad
como nunca para poder cambiar las cosas, y la debemos aprovechar.
¿Si la revolución no es global no hay nada que hacer?
T.F.:
Si la revolución no es global no hay demasiado que hacer, pero la
revolución sólo será global a partir de las luchas locales. No debemos
esperar a que emerja una superorganización revolucionaria a nivel
planetario y nos diga lo que tenemos que hacer: la revolución (la local y
la global) comienza desde abajo.
E.V.: Cualquier tipo de cambio
sociopolítico que se plantee debe tener una perspectiva clara
internacionalista. Se deben crear alianzas con otras organizaciones y
movimientos sociales. Y hace falta ocupar las instituciones para
disolverlas y abrir un proceso constituyente, en el que el conjunto de
la población pueda redefinir las reglas del juego.
Esther Vivas pertenece al Comité Científico de ATTAC España
ATTAC CyL no se identifica necesariamente con los contenidos publicados, excepto cuando son firmados por la propia organización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario