Francisco Morote
Lo habrán adivinado. Sí, me refiero a la multa de 1.710 millones de euros que la Comisión Europea le ha impuesto a seis grandes entidades financieras europeas y estadounidenses por participar, durante años, en un acuerdo ilegal para manipular tipos de interés de referencia, entre ellos el euríbor.
¿ Impresiona esa cifra ? Lo que de verdad impresiona es pensar cuantos miles de millones más habrán ganado esos bancos estafando con la manipulación de los tipos de interés a millones de ciudadanos europeos, norteamericanos y del resto del mundo. Qué bien conjugarán esos bancos, seguro,los verbos abusar, engañar, estafar y hasta robar. Lo planteaba abiertamente Bertolt Brecht : " Mayor delito que robar un banco es fundar uno ". Lo cierto es que, por lo general, se avienen buenamente a pagar esas multas que para los ciudadanos corrientes producen vértigo, pero que para ellos son calderilla, la multa del parquímetro.
A la vista de la situación, del papel cada vez más delictivo de los grandes bancos privados la pregunta es cuanto tiempo más se les permitirá seguir abusando, engañando, estafando y robando al público. Convertidos en un poder difícil de controlar - las multas no merman su poderío -, su influencia sobre los principales gobiernos del mundo significa, en la práctica, el dictado de las políticas económicas y la reducción de la voluntad democrática de los electores a una simple anécdota. "Demasiado grandes para caer", según ellos mismos, lo son también, al parecer, para ir con ellos más allá de las meras sanciones económicas que tan poco daño les hacen. Es tal la arrogancia de la que hacen gala y tan remota la posibilidad real de refrenar su actividad que debería ser suficiente para que los poderes públicos se planteasen seriamente qué hacer con ellos, puesto que, además, todos somos conscientes de que la gran banca y los banksters ( banqueros bandidos ) que la dirigen no dudarán, en su afán de lucro, en seguir inflando burbujas especulativas que desemboquen en nuevas y destructivas crisis financieras y económicas.
Lamentablemente los gobiernos actuales contaminados en sus organismos financieros y económicos con ex-directivos de la gran banca privada, convertidos en presidentes de bancos centrales, ministros y hasta en jefes de gobierno, no tomarán medidas drásticas, ni se plantearán ni por asomo la nacionalización de esas entidades devenidas manifiestamente en un peligro para la gran mayoría de la sociedad. Hará falta, sin duda, que la ciudadanía, tomando conciencia al fin de la gravedad del problema, decida exigir a los partidos políticos y a los gobiernos la nacionalización de la banca privada tradicional y la constitución de una gran banca pública ética y democrática que actúe con verdadera responsabilidad social en aras del bien común.
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