Consejo Científico de ATTAC España
Como cada año, el rey va a felicitarnos las navidades. Con cara de Borbón, que todo va en el apellido.
Con
gesto de circunstancias, el rey Juan Carlos I, va a felicitarnos las
fiestas. A todos. Sin distinciones. Incluidos los seis millones de
parados, los casi dos millones de hogares en donde no entra ni un euro,
los cientos de miles de jóvenes que se han tenido que ir del Reino de
España porque aquí no han encontrado trabajo -”Queridos españoles y
españolas, en estas fechas señaladas…”-; a los cientos de miles de
desahuciados, a los que pasan hambre en la cuarta economía del euro, a
los estudiantes que ya no lo son porque no han podido pagar las tasas, a
las mujeres a las que se las condena a parir hijos que no han querido y
que ven como, de golpe, la historia retrocede 30 años – “La Reina y yo y
los príncipes de Asturias queremos desearos en familia…”-; a los
erasmus que se van a quedar con las ganas, a los que no van a poder
manifestarse porque los multan o los detienen, a los inmigrantes que se
curan de las heridas de las cuchillas en la verja. Va a felicitarle las
fiestas al que pasa un año en la cárcel por romper un parquímetro, al
que paga cuatro años de cárcel por estampar una tarta en una política
imputada por corrupción, al político vasco que está en la cárcel por
llevar a ETA fuera del tiro en la nuca, y al político indultado porque
ha tenido el gusto de robar por todo lo alto, a la Ministra que se
encuentra un jaguar en el garaje, a la secretaria general que ve como su
marido gana cada vez más y más dinero; va a felicitar a los compañeros
de Murcia detenidos por defender la democracia y a la dirigencia del PP a
la que un juez les ha tenido que intervenir la sede porque no
entregaban los papeles. Da tranquilidad que el rey nos felicite a todos.
Así, todos juntos, es que se hace patria -”Desde la Casa Real queremos
felicitaros estas entrañables fiestas…”-.
Un rey amigo de
actrices, de cupletistas, de Corinna zu sayn-wittgenstein , de 40 años
de dossieres escondidos, diciéndonos que tenemos que comportarnos según
los cánones de la iglesia católica, que para eso es un rey sancionado
por la iglesia y por Franco -porque nosotros no lo hemos votado nunca- y
que para eso la reina, enemiga de las mujeres, consiente en silencio
con su escarnio. Un rey asiduo de la compañía de delincuentes juzgados y
encarcelados hablándonos de las bondades de la honestidad. Un rey padre
y yerno de muy presuntos ladrones contándonos que, pese a las
dificultades, tenemos que actuar conforme a las leyes, al igual que
haríamos si nos sobrara el dinero. Un rey que llegó a España pobre y que
ahora es una de las grandes fortunas del reino, contándonos, con la
excusa del Cristo que nació pobre en un pesebre, que aguantemos los
rigores de la crisis. Un rey que es lobbista y que cobra por hacer
gestiones económicas gracias al cargo de rey que es algo de todos
nosotros -¿no nos merecemos una parte?-, hablándonos de solidaridad, de
humildad, de austeridad. Un rey que quiso colocar a su sospechoso yerno
en Telefónica, fuera de España, diciéndonos, como cada Nochebuena, que
seamos pacientes. Un rey que no reprocha al PP la red Gürtel ni al PSOE y
al PP la reforma del artículo 135 de la Constitución, ni a CiU el
saqueo del Liceo o la financiación del 3% de los partidos de orden, pero
que ve con preocupación el enfado de los ciudadanos. No vaya a ser que,
de paso, digamos que tampoco nos gusta la monarquía. Un rey que mintió a
todos los españoles diciendo que le dolía la crisis mientras estaba
matando elefantes en Botswana y que tan impune se siente que le bastó
decir: “Lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir” para que
todos sus pecados fueran perdonados. ¿Tendremos alguna vez los demás
mortales tan regio privilegio? Un rey amigo de sátrapas, de dictadores,
de encarceladores de sus pueblos, de sojuzgadores de las mujeres. Un rey
familia de las dictaduras árabes que se atrevió a decirle a un
Presidente legítimo de América Latina -Chávez- que se callara o que no
tuvo el coraje de salir a defender a otro Presidente, también
suramericano -Evo Morales-, cuando EEUU lo secuestró en un avión
mientras buscaba a Snowden. Se siente más a gusto con los jefes de
Estado que nadie elige.
Es un trágala tener una monarquía en 2013
sobre la que no nos hemos pronunciado, un trágala que no se nos haya
reconocido la madurez democrática como para decidir la forma del Estado,
un trágala tener que comernos con impotencia el sainete corrupto que
rodea ahora mismo a la Casa Real. Y como si no bastara, la noche del 24
toca el discurso del rey. Quizá mereciera la pena si aprovechara el
monarca la ocasión para anunciar su abdicación y la apertura de un
proceso constituyente para debatir la forma futura del Estado.
Pero
sabemos que no es así. Que la monarquía forma parte de esta democracia
demediada que sufrimos y que, hasta que no hagamos algo en contra, la
merecemos. En Nochebuena siempre ha sido facil opinar al respecto: son
las 21:00 y se apagaban buena parte de las televisiones. Fum fum fum.
Que, me recuerdan, además, es una canción catalana.
Artículo publicado en Público.es
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