Desde que los profetas del neoliberalismo comenzaron a
difundir aquello de menos estado y más privado y desembarcaron en las dictaduras
latinoamericanas de Pinochet y Videla para ponerlo en práctica, la destrucción
de los derechos de la mayoría progresó sin cesar, y se incrementó cuando la señora
Thacher proclamó su famoso TINA “There is no alternative”. Esta ausencia de
alternativas les hizo crecerse con la caída del muro de Berlín, y en los últimos
años, aprovechando una crisis creada por la especulación financiera sin límites
y el mal llamado “libre mercado”, nos han impuesto austeridad y privatizaciones
para pagar su fracaso y de paso
enriquecerse aún más.
Actualmente la estrategia es muy sencilla, crear tratados de
comercio a inversión que regulen todo a favor de las multinacionales y los
inversores. Su derecho a obtener beneficios quedará plasmado en unos acuerdos
supranacionales, que además generarán unos mecanismos controladores y
sancionadores de las normas emitidas por los gobiernos democráticamente
elegidos, de tal forma que la moneda siempre caiga del lado del capitalista.
Es una estrategia global que se viene incrementando desde
que a finales de los años noventa fracasó el AMI – Acuerdo Multilateral de
Inversión- y supone que en los últimos años se hayan firmado más de tres mil
tratados bilaterales de comercio e inversión. Unos 1200 entre países de la
Unión Europea con terceros países.
Desde que se firmó el tratado de Lisboa en 2005, la Comisión Europea es la encargada de negociar
los acuerdos comerciales, y solo en caso de que algunos aspectos del tratado
sea de incumbencia cada uno de los estados, la ratificación del mismo
corresponde solo al Parlamento Europeo.
En estos momentos la Unión
Europea está pendiente de la ratificación
del CETA con Canadá, y en
proceso de negociación del TTIP con Estados Unidos, TISA con EEUU
y otros 21 países, AAE con países de África y pequeñas islas del
Pacífico; y tiene mandatos de negociación con Singapur, India, Japón,
Marruecos, Tailandia, Vietnam y China.
Nuevo modelo
económico
La capacidad de crecimiento del capital está muy limitada en
los últimos tiempos, y por eso su estrategia va encaminada a la desposesión de
los recursos de los ciudadanos. Las medidas de austeridad con rebaja de
salarios, precarización en el empleo y apropiación de los servicios públicos
son unas medidas que desgraciadamente ya nos resultan clásicas. Ahora, la
antigua pretensión neoliberal de más privado y menos Estado se ve contradecida
por la necesitan unos estados fuertes, ya que con los mal llamados tratados de
libre comercio lo que pretenden es que los estados, de una forma u otra,
garanticen sus beneficios mediante el Consejo de Cooperación Reguladora, que da
voz a los representantes de la multinacionales para que puedan adaptar las
leyes de los gobiernos a las necesidades del comercio, y a las de los inversores; y el Mecanismo de
Resolución de Conflictos Inversor-Estado o el Sistema de Corte internacional,
tribunales arbitrales o de jueces donde los inversores pueden demandar a los
estados millonarias indemnizaciones en el momento que un parlamento, comunidad
autónoma o municipio promulgue una ley en defensa de los intereses de la
mayoría pero que limita la aspiraciones de ganancias de los inversores.
Y por supuesto necesitan un estado represor, que limite la
capacidad de los ciudadanos para oponerse a sus injustas políticas, de ahí
leyes como la llamada “ley mordaza”.
Este otoño nos
movemos contra el CETA.
El CETA es el tratado económico y comercial global con
Canadá, que se terminó de negociar en septiembre de 2014, y que va a
escenificar su firma en la última quincena de octubre con la presencia del
presidente de Canadá en Bruselas.
El CETA, al igual que el TTIP, supone una gran amenaza a los
derechos de las personas tanto como trabajadores, ya que subordina estos
derechos a los interese del comercio, como consumidores ya que tendrá un
impacto importante en la producción de alimento y sus consecuencias en una
dieta más insana, o como simples ciudadanos y ciudadanas como actores
democráticos, ya que suponen una amenaza a las decisiones democráticas de sus
representantes elegidos.
¿Cómo afectará el
CETA a las personas?
Debemos ir al origen de nuestra alimentación, la mayoría de
las explotaciones agrícolas europeas son en su mayoría granjas familiares, con
una ganadería extensiva que no solo nos garantiza una alimentación de calidad
sino que también ayudan a la conservación ecológica de la vida rural y el
paisaje. Estas pequeñas granjas serán remplazadas por explotaciones
industriales. En Canadá, a partir del NAFTA, se perdieron muchas explotaciones
familiares – de 366.128 in 1970 to
204.730 in 2011, y ahora la mayoría del ganado bovino, porcino o aviar
se concentran en grandes explotaciones agroindustriales, más invasivas
ecológicamente y con menos mano de obra. Esto es previsible que ocurra también
en la agricultura europea si se aprueba el CETA, con la consiguiente
desaparición de puestos de trabajo en el medio rural, empobrecimiento en
algunas zonas y desigualdad.
¿Cómo va a ser
nuestra alimentación a partir de la aprobación del CETA?
Los productos alimenticios generados en las granjas
industriales canadienses, cultivados con pesticidas y herbicidas, en muchos
casos prohibidos en Europa, con un menor
coste invadirán nuestras tiendas de alimentación, y en la maltrecha cesta de la
compra del precariado europeo acabarán cogiendo más espacio que los productos
europeos más caros pero más seguros sanitariamente. Hay que recordar que el
CETA no tiene ningún estudio de impacto, pero si hacemos caso al estudio
hecho para el TTIP por la comisión europea, los cambios en la alimentación
pueden suponer un aumento de problemas de salud vinculados con la dieta como
diabetes, obesidad o problemas cardiacos.
Canadá, al igual que Estados Unidos, no tiene el principio
de precaución, que obliga a un productor a demostrar que su producto es inocuo
previo a su comercialización. En la UE este método hace que cuando existe
cualquier sombra sobre la posible toxicidad de un producto, éste sea retirado
del mercado. En Canadá al igual que en EE.UU. son los ciudadanos y el Estado
quienes tienen que demostrar, una vez que el producto está en el mercado, que
éste es dañino, lo que supone un riesgo para la salud de muchas personas.
Esto ha permitido que en los mercados norteamericanos,
canadienses y estadounidenses se venda carne de reses inyectada con
Raptopamina, un estimulante del crecimiento que está prohibida en 160 países,
incluidos los de la UE, por su posible impacto en la salud humana. También en
Canadá se comercializan muchos productos transgénicos, sin la correspondiente
obligación de etiquetarlos, y pueden llegar al mercado europeo palomitas, leche
de soja, manzanas e incluso salmón modificados genéticamente, que además de no
estar demostrada su inocuidad generan una dependencia económica de las
patentes, así como un ataque a la biodiversidad nocivo para el planeta.
Por eso podemos concluir que el CETA, al igual que el TTIP,
es una tratado insano, ya que va a permitir la comercialización de productos
sin las suficientes garantías sanitarias, y a esto tenemos que unir el hecho de
que con el CETA se ahonda en la privatización de los servicios públicos, y la
sanidad, la educación, el agua etc. pasan a formar parte de los derechos de los
empresarios al lucro, en vez del derecho de la ciudadanía a su protección. Además
de contener clausulas que limitan la posibilidad de recuperación para la
gestión pública de cualquier servicio anteriormente privatizado.
El texto del CETA también habla de derechos laborales,
reconoce el derecho de los Estados a legislar en este sentido, y acepta las
normativas laborales nacionales siempre y cuando estas no entren en
contradicción con las necesidades del comercio.
Por lo tanto la ley de mercado y el comercio queda consagrada
como un derecho superior a todos los demás, al que nos debemos plegar a cambio
de un supuesto crecimiento económico, que como los mismos estudios de impacto
del TTIP (encargados por la Comisión Europea para demostrar sus beneficios)
indican no afectará a todos por igual: La agricultura se verá afectada por el
cambio de modelo, en especial los productores de carne; algunas denominaciones
de origen, como por ejemplo la torta del casar, el jamón de Trevélez, el queso
de Cabrales etc., se verán afectadas económicamente.
Los estudios hablan de que aunque surgirán nuevos sectores
económicos la desaparición de algunos sectores industriales será inevitable al
entrar nuevos elementos en competencia. Esto son números intercambiables para
los promotores de los tratados, pero todos sabemos que al final son personas
sin trabajo con sus vidas rotas, y más pobreza y desigualdad.
Otoño de Resistencia
Este otoño a lo largo de los cinco continentes van a
repetirse movilizaciones contra los tratados del mal llamado libre comercio e
inversión. Porque la imposición de la
ley del mercado es una dictadura del capital que pone en cuestión leyes
promulgadas democráticamente, simplemente por sus ambiciones de lucro, y
amenazan la pervivencia del planeta, generando más pobreza y desigualdad entre
la personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario