Mario España Corrado – ATTAC Castilla y León
El ataque que estamos
sufriendo por parte del sistema es, no sólo total y hasta el fin, sino
inteligentemente planificado: se lleva a cabo en todos los frentes a la
vez y sin pausa, para obligarnos a correr
de un lado a otro sin tiempo para serenarnos y pensar. En esas
condiciones es fácil, en ocasiones, perder de vista los términos reales
de la pelea. Por ejemplo: que el enemigo no es un partido político, ni
un gobierno, ni Merkel u Obama, sino el capitalismo. Por ejemplo: que se
trata de una guerra a muerte y que la vamos perdiendo.
Javier Echeverría en su artículo de 14 agosto “Ni resignación ni desesperanza”, señala, entre otras cosas, la dificultad de “conseguir que la ciudadanía se implique activamente para hacer frente … a una situación como ésta” y, a raíz de ello, la necesidad de “estructurar y orientar poco a poco la sociedad hacia la participación política.” En similar línea, habla Josep Fontana de “revueltas con objetivos puntuales” con las que “haces estorbo, pero no amenazas al sistema.”
Y si ni siquiera llegamos a ser una amenaza, perderemos aquella guerra.
Para resumir y volviendo a Fontana: hay, en una parte enorme de la
ciudadanía, un “carácter de sumisión global, de acatamiento a los poderes públicos” que es necesario analizar, pues a menos que podamos revertir esa situación, estaremos condenados al fracaso.
Para explicar ese
acatamiento, se ha señalado reiteradamente la pérdida de conciencia de
clase en la masa –muy heterogénea- de trabajadores, derivada del
“dorado” período 1945-70; una prolongada anestesia, creadora de
consumidores que aspiraban a
coche/casa/segunda-vivienda/vacaciones-en-el-Caribe. Y se trata de un
argumento consistente, pero desde mi punto de vista hay también otras
cosas, un trasfondo nebuloso relacionado con la propia naturaleza
humana, que Étienne de la Boétie denominó -¡en 1548!- Servidumbre
Voluntaria, similar a lo que actualmente se conoce como Indefensión
Aprendida.
Étienne de la Boétie
(Francia, 1530-63) analiza, en su “Discurso de la Servidumbre Voluntaria
o el Contra Uno”, los mecanismos de la aceptación pasiva de la tiranía,
partiendo de la base de que los gobernantes autoritarios “no son grandes más que porque nosotros estamos de rodillas”,
que los hombres que realmente desean la libertad la obtienen, y que por
tanto la aceptación sumisa de la servidumbre no es causada por una
presión exterior, sino consecuencia directa de las características del
propio sujeto. Asombrado por este hecho e intentando explicarlo, La
Boétie dice: la
causa principal de constituirse los hombres voluntariamente esclavos,
consiste en que nacen siervos y son educados como tales.”
Educados desde siempre para obedecer a padres, maestros y profesores,
jefes, obispos, policías. Empujados a creer e introyectar lo que se nos
dice desde la tele, la prensa, el púlpito o cualquier figura de
“autoridad” y por tanto responsabilizados, culpabilizados, temerosos,
agachando la cabeza.
Pero todo lo aprendido puede desaprenderse, y así vuelvo a Javier Echeverría: “es
imprescindible una labor de reflexión y concienciación constante con el
fin de hacer frente a las fuerzas de manipulación y represión que
tenemos enfrente.” Estamos entonces ante esa tarea pedagógica y
crítica que caracteriza a Attac, y que debemos desarrollar si queremos
movilizar a la parte más confusa y apática de la ciudadanía. No hay duda
de que estamos en inferioridad de medios, pero eso debe servirnos de
acicate para ir a más. Es persistiendo, como la gota de agua orada la
piedra. Y prosigo con La Boétie: “Resolveos
a no ser esclavos y seréis libres. No se necesita para esto pulverizar
el ídolo, será suficiente no querer adorarlo; el coloso se desploma y
queda hecho pedazos por su propio peso, cuando la base en que se
sostenía llega a faltarle.”
Este
Discurso –del que lo mencionado es apenas una exagerada
simplificación-, aunque contando más de cuatrocientos años, mantiene
toda su vigencia en la actualidad cuando vemos poblaciones que se dejan
atropellar, explotar, o incluso destruir, sin romper su apática
pasividad. ¿Por qué millones de
judíos – citando un caso extremo- no se rebelaron masivamente en los
campos de concentración? ¿Cómo es posible que multitudes de desheredados
no hagan nada contra sus explotadores? Un factor –entre otros- señalado
por la psicología social es que la sumisión se aprende. La
indefensión aprendida, según Martin Seligman, produce en el individuo
la convicción de que lo que haga será incapaz de modificar la realidad
(“no puedo hacer nada”, “siempre ha sido así”) y que por lo tanto todo
es inútil, justificando su inacción con argumentos de supuesto “sentido común” o falsos principios.
Imposible profundizar
aquí en esta importante temática. Quienes deseen hacerlo pueden leer,
entre la gran cantidad de material existente en internet, estos
artículos:
Servidumbre voluntaria, indefensión aprendida, pueden explicar, por lo menos parcialmente, ese ciego convencimiento, constatable en gran parte de la ciudadanía, de que no se puede, que el mundo
que se le presenta es el único posible sin alternativas, pues “eso es
lo que hay” y mejor aceptarlo porque “¿para qué te vas a complicar la
vida?” Ante la creciente devastación, injusticia y crueldad del
mundo que está construyendo, el sistema requiere medios de disuasión
para evitar rebeldías, necesita colonizar también las conciencias,
adormecerlas con sus señuelos. Y esa es la función que cumplen los
medios de comunicación, la propaganda ideológica de los sueños de ser el
Número Uno, y también, ineludiblemente, la educación, desde el nivel
escolar al universitario.
Y una gran parte de la
clase dominada se adapta a ello porque cree que, en efecto, este es el
fin de la historia, y no hay ni puede haber otra cosa. De este modo tenemos a muchedumbres acríticas seducidas por el reflejo azulino de las omnipresentes pantallas, por
el relumbrón de un universo mentido altamente ideologizado, que les
vende un igualmente falseado modelo de vida. Absortos compensando sus
carencias y frustraciones con el reclamo rutilante de una
vida-soñada-al-alcance-de-todos: la globalización del “sueño americano”
hecho de dinero, triunfos, fama y lujo.
Tal como señala
Jean-François Brient en “De la servidumbre moderna” (2009), todo vale al
sistema para su constante labor de deformación: desde el dominio de los
medios de comunicación de masas, pasando por el consumo masivo de un
deporte mediatizado -que proclama la competitividad como valor máximo-
hasta una utilización viciada, distorsionada del lenguaje, transformado
en arma ideológica a través de la intencionada alteración del
significado de las palabras.
Ante todo esto, la
ciudadanía ha de realizar un proceso de reapropiación de la realidad de
las cosas, para poder reaccionar y desembarazarse de la red de
mentiras. Todo lo aprendido puede desaprenderse, dije antes. Y ese
proceso de desenmascaramiento ha de ser, en mi opinión, una de las
tareas básicas para nosotros, e imprescindible para conseguir el
desmantelamiento de la sociedad mercantilizada y su idolatría del beneficio personal. Tomar la calle resulta necesario, pero también llegar a ese otro reducto, a veces de difícil acceso, que es la conciencia del individuo confundido por los mantras engañosos con que es constantemente bombardeado.
Reapropiarnos del
lenguaje, como señalaba recientemente Monedero, para que la “crisis” se
llame realmente “estafa”, es una clave de la rebelión contra el orden
establecido. “Pero para que de esta rebelión surja una revolución –nos dice Brient- hay que encaminar las subjetividades hacia un frente común.” Y luego: “Se trata de inventar nuevas formas de organización y de lucha.” Y termino con la frase que cierra el texto citado; unas palabras sin duda polémicas que dejo a vuestra consideración: “Al poder no hay que conquistarlo, hay que destruirlo.”
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