Con ocasión de
su 4º congreso, celebrado del 13 al 15 de diciembre de 2013 en Madrid, el
Partido de la Izquierda Europea (PIE) me eligió como candidato a la Presidencia
de la Comisión Europea.
Es para mí un honor y una responsabilidad. Es un
honor personal, pero no sólo eso. Esta candidatura, confiada al dirigente de la
principal fuerza de oposición en Grecia, es un reconocimiento simbólico de los
sacrificios hechos por el pueblo griego. Expresa igualmente la solidaridad
hacia todos los pueblos del Sur de Europa que sufren las consecuencias sociales
catastróficas del «Memorándum» de austeridad y de recesión. Con esta
candidatura, estimo igualmente que se me confía un mandato: un mandato para la
esperanza y el cambio en Europa. Hacemos un llamamiento en pro de establecer en
Europa una democracia en la que todas las generaciones encuentren su lugar.
Emprendemos un combate para conquistar el poder con el fin de cambiar la vida
cotidiana real de la gente corriente. Para nosotros, tomar el poder (y cito
aquí a Aneurin Bevan, el padre fundador del National Health Service británico,
un verdadero socialdemócrata) es «utilizar la acción colectiva con el fin de
transformar la sociedad y para elevar las condiciones de vida de todos».
Yo no soy el
candidato del Sur de Europa. soy el candidato de todos los pueblos, de todos
los ciudadanos europeos que quieren una Europa liberada de la austeridad, de la
recesión y del Memorándum, cualquiera que sea su lugar de residencia, tanto si
viven en el Norte como en el Sur. Mi candidatura tiene la vocación de dirigirse
a todas y todos vosotros, ciudadanos y ciudadanas de Europa, independientemente
de cuáles hayan sido hasta aquí vuestras convicciones políticas y vuestras
opciones electorales nacionales. Aspira a unir muy en particular a las gentes
que la gestión neoliberal de la crisis económica no ha dejado de dividir. Va
dirigida a todos aquellos que quieren una vida mejor para ellos y para sus
hijos en una Europa mejor. Con mi candidatura, la indispensable alianza
anti-Memorándum del Sur viene a confluir con un movimiento europeo más amplio
en contra de la austeridad: un movimiento para la reconstrucción democrática de
la Unión Monetaria.
Mi candidatura va dirigida especialmente a los
jóvenes. Hoy, por primera vez desde la Liberación, la juventud de Europa prevé
que va a vivir peor que sus progenitores. La juventud vé cómo sus esperanzas
son cruelmente truncadas por el desempleo masivo y la perspectiva de un
crecimiento hecho de bajos salarios y de subempleo. Es responsabilidad nuestra
actuar ahora: no «para los jóvenes» sino «con los jóvenes».
Es urgente acabar con «el dinero rey» que destruye
nuestros proyectos y nuestros niveles de vida en todo el continente. La Zona
Euro vacila, está al borde del desplome. Esta situación no es debida al euro en
sí mismo, sino al neoliberalismo: es decir, al conjunto de las políticas de
austeridad que conducen a la recesión y que, lejos de servir de apoyo a la
moneda única, la han desestabilizado peligrosamente. Más aún, al mismo tiempo
que la moneda única, dichas políticas socavan la confianza misma de los pueblos
en la Unión Europea y el apoyo público a una integración europea más avanzada y
más sólida. Por esa razón estamos convencidos de que el neoliberalismo es un
factor importante, incluso un acelerador, del euroescepticismo.
Pero ésa no es
nuestra Europa. Es solamente la Europa que nosotros queremos cambiar. En lugar de
una Europa en que todo el mundo vive con miedo al desempleo y a la pobreza,
donde la invalidez y el envejecimiento son sinónimos de precariedad; en lugar de
la Europa actual que entrega la riqueza a los más ricos y que teme a los
pobres, en lugar de una Europa que se pone al servicio de las necesidades
de los banqueros, nosotros queremos una Europa que esté al servicio de las
necesidades del ser humano.
¡El cambio es possible y llegará! Necesitamos
reconstruir una Europa unida, sobre bases democráticas y progresistas. Hemos de
hacer que Europa conecte de nuevo con sus orígenes ilustrados y dé la primacía
a la democracia. Pues está claro desde ahora que Europa será democrática o no
será. Ahora bien, para nosotros, la democracia no es negociable.
El Partido de la Izquierda Europea se bate por una
Europa democrática, social y ecológica, es decir, por la refundación de la
Unión Europea sobre la base de esos objetivos estratégicos. He aquí nuestras
cuatro prioridades políticas:
1.
La reorganización
democrática de Europa
Europa no será
ni social, ni ecológica, si no es ante todo democrática. Y si no es
democrática, se enajenará el apoyo de sus ciudadanos, tal como ocurre hoy día.
Desde este punto de vista, hemos llegado a un momento crítico en la actual
Unión Europea, que se halla reducida, después de un proceso de constante
deterioro democrático, a una organización oligárquica y autoritaria, al
servicio de los banqueros, de las multinacionales y de los muy ricos. La
democracia en Europa está en retroceso. No hay duda: es preciso acabar con
la austeridad y reconquistar la democracia. En efecto, el hecho de que los
parlamentos nacionales hayan aceptado, bajo presión, imponer a sus pueblos la
austeridad neoliberal via el
«Memorándum» ha tenido como consecuencia su descrédito. En el plano de la democracia
social, esta política ha destruido los derechos sociales de los ciudadanos, que
habían sido conquistados después de largas luchas. Además, esa política se ha
aplicado con metodos dignos de Estados policiales. Al mismo tiempo, la
estructura y el funcionamiento actual de las instituciones de la Unión Europea ‑a
la que han sido transferidas una parte de las competencias y de la soberanía
nacionales‑ carecen de legitimidad democrática y de transparencia. Un puñado de
burócratas, desconocidos para todo el mundo, no puede tomar legítimamente
decisiones en lugar de responsables políticos elegidos. En fin, para que esta
discusión sobre la democracia en Europa adquiera todo su sentido, es preciso
que la Unión Europea disponga de un presupuesto propio y sólido, a la altura de
las tareas que ha de realizar. Es preciso que el Parlamento Europeo, que vota
el presupuesto, pueda supervisar igualmente su ejecución, en concierto con los
parlamentos nacionales, y que disponga de los medios necesarios para evaluar la
eficacia de las políticas adoptadas. La reorganización democrática de la
Unión Europea es primordial: es, por excelencia, nuestro objetivo político. Ello
pasa por el aumento de la intervención pública, por una implicación más fuerte
de los ciudadanos en la elaboración de las políticas y en el control de los
servicios públicos en Europa. En paralelo, debemos reforzar las instituciones
dándoles una legitimidad democrática directa, como la que poseen los
parlamentos nacionales y el Parlamento Europeo. Ello supone tomar iniciativas
políticas concretas, ante todo para restaurar la función primordial de los
parlamentos nacionales en la elaboración de los presupuestos nacionales y en el
conjunto de las decisiones que tienen que ver con ello. Esto significa la
suspensión de la aplicación de los artículos 6 y 7 del Reglamento (UE)
473/2013, que ha dado a la Comisión Europea el poder de examinar y revisar los
presupuestos nacionales antes de que los parlamentos nacionales mismos puedan
hacerlo. En un segundo tiempo, tal como he indicado más arriba, eso supone la
plena participaciónt, a la vez, del Parlamento Europeo y de los parlamentos
nacionales en el control del presupuesto europeo. Y supone también un
reforzamiento importante de los poderes del Parlamento Europeo para hacer de él
un verdadero mecanismo de control democrático del Consejo Europeo y de la
Comisión Europea. Finalmente, esta democratización de la Unión Europea es
incompatible con el mantenimiento de una actitud arrogante, agresiva, belicosa
y militarista fuera de sus fronteras. Por esa razón necesitamos un sistema de
seguridad europeo basado en la negociación y el desarme. Ningún soldado europeo
tiene vocación de actuar fuera de Europa.
2. Acabar con la austeridad
La austeridad es el remedio que agrava el mal en
lugar de curarlo y que interviene en el peor momento, con consecuencias
devastadoras para la cohesión de las sociedades, para la democracia y para el
futuro de Europa. Una de las heridas producidas por la austeridad que no
muestra signo alguno de curación es el desempleo y, en particular, el desempleo
de los jóvenes. En Grecia y en España, el desempleo de los jóvenes afecta al
60%. Con 5,5 millones de personas sin empleo entre los menores de 25 años,
Europa cava su propia tumba.
3. Acometer una transformación ecológica del modo de
producción
La crisis que estamos viviendo no es solamente
económica. Es también ecológica en el sentido de que es el reflejo de un modo
de producción insostenible en Europa. Tenemos, por ello, necesidad de una
transformación a la vez económica y ecológica de las empresas europeas: para
salir de la crisis y crear las bases sólidas y duraderas de un desarrollo
portador de justicia social y de igualdad entre hombrees y mujeres, que ofrezca
empleos estables y decentes, así como una mejor calidad de vida para todas y
todos. ¡Y esta transformación es urgente! En efecto, con el pretexto de la
crisis y de la necesidad de buscar soluciones a corto plazo para relanzar el
crecimiento económico, la Unión Europea y los Estados miembros han rebajado los
criterios de vigilancia ambiental y circunscrito la ambición del desarrollo
sostenible ‑en el mejor de los casos‑ a la energía y la explotación de los
recursos.
Europa necesita transformar en profundidad su modelo
económico para poner en marcha un desarrollo sostenible. Una primera etapa debe
ser la profundización en los logros europeos. Es necesaria en Europa una
política pública en materia de ecología que dé prioridad al desarrollo
sostenible, a la calidad de la producción, a la cooperación y a la solidaridad.
La transformación ecológica del modo de producción abarca ámbitos tan vastos y
variados como: la reforma fiscal, que debe cambiar de lógica y, en lugar de
gravar el empleo, contribuir a frenar el consumo de recursos, pero también
suprimir las subvenciones a las actividades que destruyen el medio ambiente,
sustituir las energías tradicionales por energías renovables, invertir en la
investigación y el desarrollo ambientales, la agricultura biológica y el
transporte sostenible, y rechazar, en fin, todo tratado de libre comercio
transatlántico que no ofrezca la garantía de un alto nivel de normas sociales y
ambientales.
4. Reformar el marco europeo de la inmigración
Es imposible
frenar la aspiración de los seres humanos a una vida mejor. Levantando muros se
pone fin a los derechos humanos, pero no se suprime la existencia de los
emigrantes. Mientras las desigualdades de renta y de perspectivas entre los
países de emigración o de tránsito, por un lado, y la Unión Europea, por otro,
sigan siendo tan profundas e incluso continúen aumentando, la emigración hacia
Europa no cesará. La Unión Europea, por el contrario, debería mostrar la
necesidad de una doble solidaridad: en el exterior de sus fronteras,
en dirección a los países de emigración, y en el interior, con un justa
distribución geográfica de los inmigrantes en Europa. En particular, la Unión
Europea debería lanzar una iniciativa política para la renovación cualitativa
de las relaciones con dichos países, reforzando a la vez la ayuda al desarrollo
y las capacidades de desarrollo endógeno, asociado a la paz, la democracia y la
justicia social. Al mismo tiempo, será preciso cambiar en su conjunto la
arquitectura institucional de la Unión Europea en lo relativo a la inmigración
y al derecho de asilo. Hemos de asegurar el respeto de los derechos humanos
fundamentales en todo el territorio europeo y planificar inmediatamente medidas
eficaces para socorrer a los emigrantes en alta mar, establecer centros de
acogida en los puntos de entrada en territorio europeo y adoptar un
procedimiento legal y un nuevo marco legislativo que organice de manera justa y
eficaz el acceso de los inmigrantes a todos los países de la UE, de manera
equitativa y proporcional, y tomando en consideración, en la medida de lo posible,
los deseos de los inmigrantes. Será preciso revisar en consecuencia la
financiación de la Unión Europea. Las recientes tragedias de Lampedusa y de
Farmakonisi han demostrado claramente que el Pacto europeo sobre la inmigración
y el derecho de asilo, así como el llamado Reglamento Dublín II (Reglamento
(CE) 343/2003 y Reglamento (UE) 604/2103) deben ser inmediatamente revisados.
Rechazamos la idea de una «Europa fortaleza», que no hace sino favorecer la
xenofobia, el racismo y el fascismo. Trabajamos por una Europa que se
convertirá en una fortaleza inexpugnable para la extrema derecha y el
neonazismo.
Nuestro plan contra la crisis: las 9 medidas para
una crecimiento basado en la justicia social y el pleno empleo
La Zona Euro es el nivel más apropiado para aplicar
políticas económicas progresistas que tengan por objetivo el crecimiento, la
redistribución de la riqueza y el pleno empleo. En efecto, la Unión Monetaria
goza de un mayor grado de libertad en la definición de las políticas que cada
uno de sus Estados miembros por separado, en la medida en que está menos
expuesta a la volatilidad y a la inestabilidad del entorno exterior. Pero el
cambio exige a la vez un plan político creíble y una acción colectiva.
Para acabar con la crisis en Europa necesitamos un
cambio radical de rumbo político, que pasa por las nueve medidas programáticas
siguientes:
1. Un «New Deal» para Europa
Desde hace 6
años, la economía europea viene sufriendo la crisis, con un índice medio de
desempleo que se sitúa en torno al 12% y con riesgos inminentes de deflación
comparable a la que tuvo lugar en los años 1930. Europa puede y debe
obtener colectivamente créditos a bajo interés para financiar un programa de
reconstrucción económica y un desarrollo sostenible, con una atención particular
a la inversión en favor de las personas, la tecnología y las infraestructuras.
Dicho programa ayudará a las economías más afectadas por la crisis a romper el
círculo vicioso de la recesión y de la deuda creciente, permitirá crear empleo
y lograr un restablecimiento duradero. Los Estados Unidos lo
hicieron: ¿por qué nosotros no?
2. Aumentar el crédito a
las pequeñas y medianas empresas
Las
condiciones de crédito en Europa se han deteriorado claramente. Las pequeñas y
medianas empresas se han visto particularmente afectadas por este fenómeno. Han
tenido que cerrar por centenares, especialmente en las economías de la Europa
del Sur, a las que ha golpeado de lleno la crisis. No han cerrado porque no
fueran económicamente viables, sino simplemente porque dejaron de tener acceso
al crédito. Las consecuencias para el empleo han sido desastrosas. Una
situación extraordinaria exige medidas extraordinarias: el Banco Central
Europeo debe seguir el ejemplo de los bancos centrales que, en todo el mundo,
proporcionan crédito a muy bajo precio a los bancos, con la condición expresa
de que acepten aumentar sus préstamos a las pequeñas y medianas empresas por un
importe equivalente.
3. Ganar la batalla contra el desempleo
El índice medio de desempleo en Europa es hoy el más
alto nunca registrado. En este momento, cerca de 27 millones de personas están
sin empleo en la Unión Europea, más de 19 millones de ellas en la Zona Euro. El
índice medio oficial de desempleo ha pasado del 7,8 % en 2008 al 12,1% en
noviembre de 2013. Tan sólo en Grecia, del 7,7 % al 27,4%, y en España, del
11,3% al 26,7% durante el mismo período. Para muchos, el desempleo dura desde
hace más de un año y numerosos jóvenes no han tenido siquiera la possibilidad
de acceder a un empleo remunerado y satisfactorio.
Este desempleo
masivo es la consecuencia de un crecimiento económico débil o incluso negativo.
Pero la experiencia demuestra que, aunque el crecimiento se reanude en Europa,
llevará mucho tiempo antes de que el desempleo vuelva a su nivel de antes de la
crisis. Ahora bien, Europa no puede permitirse esperar. Esta larga oleada
de desempleo deja marcas indelebles al destruir los talentos y las
competencias, en particular, de los jóvenes. Alimenta a la extrema derecha,
desestabiliza la democracia y destruye el ideal europeo. Europa no debe perder
tiempo. Debe movilizar y redirigir los recursos de su Fondo Estructural hacia
la creación de ofertas de empleo válidas para sus ciudadanos. Allá donde las
limitaciones fiscales de los Estados miembros sean demasiado fuertes, la
contribución nacional debe reducirse a cero.
4. Suspender el nuevo marco fiscal europeo
Éste impone
presupuestos anuales equilibrados, sin tener en cuenta las condiciones
económicas existentes en un Estado miembro. Así, elimina la posibilidad de
utilizar la fiscalidad como una herramienta política de estabilización en
tiempo de crisis, es decir, en el momento mismo en que es más útil, haciendo
así correr un riesgo grave de desestabilización de la economía. En suma, es
una idea muy peligrosa. Europa necesita un marco fiscal que reconozca la
necesidad de la disciplina fiscal a corto plazo, pero permitiendo a los Estados
miembros recurrir a la fiscalidad para estimular la economía en períodos de
recesión. Es preciso, pues, optar por una política fiscal adaptada al ciclo
económico y que dé margen suficiente a la inversión pública.
5. Un verdadero Banco Central para Europa:
prestamista de última instancia para los Estados miembros y no sólo para los
bancos
La experiencia histórica tiende a probar que, para
tener éxito, las uniones monetarias necesitan bancos centrales que dispongan
plenamente del conjunto de los poderes propios de su función y que no se
centren exclusivamente en el mantenimiento de la estabilidad de los precios. El
compromiso de actuar como prestamista de última instancia debe ser
incondicional. No debe depender, por tanto, de que cada Estado miembro dé su
acuerdo previo al Mecanismo Europeo de Estabilidad para la puesta en práctica
de un programa de reformas. El destino del euro y la prosperidad de los pueblos
de Europa podría muy bien depender de ello.
6. Un reajuste macroeconómico
Los países que tienen un excedente presupuestario
deben contribuir tanto como los países cuyo presupuesto es deficitario a la
corrección del desequilibrio macroeconómico en Europa. Europa debe exigir (pero
también realizar y evaluar), de los países cuya balanza es excedentaria,
actuaciones que permitan aliviar la presión que pesa hoy de manera unilateral
sobre los países deficitarios. La actual disimetría entre los países con
presupuestos excedentarios y los países deficitarios no perjudica únicamente a
estos últimos. Perjudica a Europa en su conjunto.
7. Una «Glasse-Steagall Act» para Europa
Su finalidad es separar las actividades bancarias
comerciales de las actividades bancarias de inversión e impedir la aparición de
riesgos graves en una entidad incontrolada.
8. Una legislación europea eficaz para gravar las
actividades económicas y empresariales en el exterior, en los paraísos fiscales
9. Una conferencia europea sobre la deuda
Nuestra proposición se inspira en uno de los
momentos más sensibles de la historia política de Europa. Era en 1953 cuando
tuvo lugar el «Acuerdo de Londres sobre la deuda externa alemana» que, al
liberar a Alemania de la carga económica de su propio pasado, ayudó a la
reconstrucción democrática del país en la posguerra y sentó las bases para su
futuro éxito económico. El Acuerdo de Londres exigió a Alemania el pago, como
máximo, de la mitad de toda su deuda, tanto privada como intergubernamental.
Vinculó el calendario de reembolso a la capacidad del país para pagar,
extendiéndolo por un período de más de 30 años. En suma, condicionó el
reembolso de la deuda al rendimiento económico del país, instaurando así un
principio implícito de «cláusula de crecimiento»: entre 1953 y 1958 sólo debían
pagarse los intereses. Este aplazamiento del reembolso del capital principal
tenía por objeto dar al país un margen suplementario, un poco más de oxígeno. A
partir de 1958, el Acuerdo exigía a Alemania proceder a un pago anual del resto
de su deuda, pago que resultaba cada vez más insignificante a medida que la
economía alemana despegaba. Dicho Acuerdo suponía, pues, en su época, de manera
implícita, que reducir el consumo en Alemania ‑lo que hoy se llama «devaluación
interna»‑ no era aceptable y que no podía en ningún caso ser una forma
aceptable de asegurar el reembolso de las deudas. Los reembolsos de Alemania
estuvieron, de hecho, condicionados a la capacidad del país para reembolsar. El
Acuerdo de Londres sobre la deuda rompe radicalmente con la lógica errónea de
las reparaciones impuestas a Alemania por el Tratado de Versalles, que
desestabilizó en su momento gravemente la capacidad del pueblo alemán para
reconstruir su economía, haciendo así dudar de las verdaderas intenciones de
los aliados.
Dicho Acuerdo está ahí como una referencia y un
esquema general útil para actuar hoy. Sin embargo, no queremos una conferencia
sobre la deuda para la Europa del Sur. Queremos una conferencia sobre la deuda
para Europa en general. En ese marco, todos los instrumentos políticos
disponibles deberán ser empleados, incluida al respecto una actuación del BCE
como prestamista de última instancia, así como la emisión de títulos de deuda
europea, como los eurobonos, para reemplazar las deudas nacionales.
Hay que lograr el cambio
Para lograr el cambio es necesario estar en
condiciones de ejercer una influencia decisiva, desde ahora, sobre la vida de
la gente corriente. Nuestro objetivo no es simplemente cambiar la dirección de
las políticas vigentes, sino ampliar el campo de la intervención pública y de
la implicación de los ciudadanos en las decisiones políticas y en su puesta en
práctica. Para ello debemos construir alianzas sociales y políticas lo más
amplias posible.
Es preciso invertir el equilibrio del poder político
en Europa a fin de lograr el cambio en Europa. El neoliberalismo no es un
fenómeno natural, no es ni ineluctable ni invencible. Deriva únicamente de
opciones políticas, que dependen de la correlación de fuerzas políticas en
Europa: es, por tanto, únicamente coyuntural y está históricamente fechado.
Debe su longevidad al paradigma económico dominante
y principalmente a los socialdemócratas, que, hacia mediados de los años 1990,
hicieron la opción estratégica de adoptar íntegramente sus principios y hacer
suyos sus fines, reajustando en consecuencia su posición sobre el tablero
político y alejándose cada vez más de la izquierda. Para muchos, en Europa, los
socialdemócratas no son más que el eco lejano de una época pasada. ¡No para
nosotros! Pero el sufrimiento social provocado por esta crisis prolongada, así
como la desafección de una parte importante del electorado por el tran-tran
político habitual, los han conducido a un callejón sin salida estratégico.
La realidad no puede permitirse esperar el retorno
de la socialdemocracia en Europa. Aquí y ahora, los socialdemócratas deben
optar por un cambio histórico y redefinirse ante la gente como una fuerza
política de Izquierda. Ello pasa por la ruptura decidida con el neoliberalismo
y las políticas que han fracasado, es decir, por la afirmación de una
diferencia clara con el PPE y la Alianza de los Liberales; o bien, tal como se
ha subrayado con acierto, convirtiéndose en una fuerza política «con voluntad de
ser tan radical como la realidad misma».
Europa se
halla en la encrucijada de dos caminos. En las elecciones europeas del 25 de
mayo próximo, dos opciones alternativas claras para el presente y el futuro de
Europa están sobre la mesa: o bien seguir con los conservadores y los
liberales, o bien ir hacia delante con la Izquierda Europea. O se acepta el statu
quo neoliberal ‑pretendiendo que la crisis puede resolverse con las mismas
políticas que la han agravado‑ o se toma el camino del futuro con la Izquierda
Europea.
Nos dirigimos muy particularmente a los ciudadanos
europeos que han votado hasta ahora por los socialdemócratas. Ante todo, os
exhortamo a ejercer vuestro derecho de voto el 25 de mayo: no os abstengáis y
no dejéis que los demás voten por vosotros. Luego, en segundo lugar, os
invitamos a votar por la esperanza y el cambio que encarna la Izquierda
Europea. De este modo podremos reconstruir juntos nuestra propia Europa, una
Europa del trabajo, de la cultura y de la ecología. Una vez más, en la historia
de nuestra casa común que es Europa, ha llegado la hora de la reconstrucción.
Es hora de reconstruir Europa como un conjunto de sociedades democráticas,
hechas de justicia social y de prosperidad. Si hemos de reconstruir Europa, es
para cambiarla. Y para que sobreviva, hay que cambiarla ahora.
Alexis Tsipras es el
presidente del partido unificado de la izquierda radical griega Syriza, la
novedad sin duda más interesante, programática y organizativamente, de las
izquierdas europeas de las últimas décadas. Gran promesa de la izquierda
europea actual, el joven dirigente griego (39 años) ha logrado tal autoridad
moral y política en el conjunto del continente, que en Italia, por ejemplo, la
llamada “Lista Tsipras” ha unido electoralmente a los restos del naufragio de
la izquierda transalpina para las elecciones al Parlamento Europeo del próximo
mes de mayo. Tsypras es precisamente el candidato del Partido de la Izquierda
Europea a la Presidencia de la Unión Europea en esas elecciones.
Traducción
para www.sinpermiso.info:
Miguel Candel
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Declaración programática de Alexis Tsipras. Mi candidatura: un mandato para la esperanza y el cambio
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